El papa Francisco estará en Japón del 23 al 26 de noviembre. Los católicos en el país asiáticos esperan que su visita contribuya a mejorar la vida de los residentes extranjeros.
Las iglesias han jugado un papel clave durante mucho tiempo para congregar a los extranjeros católicos y ayudarlos a lidiar con las dificultades de sus vidas en Japón, entre ellas las pésimas condiciones de trabajo, destaca Asahi Shimbun.
El pasado domingo, alrededor de 300 personas llenaron la iglesia de San Pedro en la ciudad de Kawaguchi, prefectura de Saitama.
La mayoría de los asistentes eran estudiantes y aprendices de Vietnam. Para ellos, la oportunidad de participar en una misa ofrecida en vietnamita significa mucho.
Kawaguchi ha registrado un aumento de la población extranjera en los últimos años. En todo Japón, el número de vietnamitas en la última decada ha crecido de manera notable de 40 mil a 330 mil.
Además del mayor número de vietnamitas, en la iglesia de San Pedro ha habido un aumento de católicos latinoamericanos y filipinos.
Como bien apunta una japonesa que lleva muchos años yendo a San Pedro, «la iglesia refleja la transformación de la sociedad japonesa».
Un miembro muy importante de la iglesia es la monja María Le Thi Lang, quien llegó a Japón en 1989 procedente de su natal Vietnam como refugiada.
Lang socorre y orienta a sus compatriotas -estudiantes y aprendices- en Japón. Los ayuda con la contribución de abogados, médicos y sindicalistas.
Hace poco, recibió la queja de una joven vietnamita que recibía solo 500 yenes (4,6 dólares) por hora extra en una fábrica de costura.
Otra compatriota, empleada en la misma fábrica, le contó que después de trabajar allí y en sus días libres la obligan a realizar tareas agrícolas.
Las mujeres están agotadas y no pueden ir a la iglesia los domingos porque no tienen días libres. Sin embargo, aguantan porque tienen miedo de que las echen y sean obligadas a regresar a Vietnam.
Lang alberga la esperanza de que la visita de Francisco llame la atención sobre la situación de los extranjeros y, como consecuencia de ello, se produzcan cambios que mejoren su calidad de vida.
«Hay personas en el mundo, como yo, que tuvieron que abandonar sus países de origen en contra de sus deseos por varias razones. Me gustaría que Francisco supiera que nosotros, los extranjeros, nos ayudamos mutuamente para que podamos vivir como seres humanos iguales en esta sociedad», declara la monja a Asahi.
Se estima que alrededor de 440.000 japoneses son católicos. La población católica extranjera es mayor: 520.000, según la Comisión Católica de Japón para Migrantes y Refugiados.
La Iglesia Católica en Japón viene apoyando de diversas maneras a la creciente población extranjera.
Por ejemplo, la iglesia de San Ignacio en Tokio ofrece misas en portugués, vietnamita, indonesio, polaco, inglés, español y japonés.
El Centro Internacional Católico de Tokio, formado en 1990 por la Arquidiócesis de Tokio, ayuda desde hace muchos años a los aprendices extranjeros y los inmigrantes nikkei, al margen de su nacionalidad o religión, a luchar contra los problemas que enfrentan en Japón.
Kozue Osako, una trabajadora del centro, espera que el papa Francisco envíe un mensaje acerca de los problemas que enfrentan los extranjeros en Japón durante su breve visita. (International Press)
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