Bolivia vive una tensa espera de los resultados electorales, con un recuento lento observado por la oposición ante las sospechas de fraude por parte del Gobierno de Evo Morales, que pide calma para no radicalizar el clima electoral.
El candidato opositor Carlos Mesa, seguro de que si no se manipulan los resultados irá a una segunda vuelta con Morales, llamó a los suyos a estar vigilantes de un recuento oficial del que no se fía desde la misma noche electoral del domingo 20 de octubre de 2019.
Con consignas de que no quieren para Bolivia una crisis como la que arrastra Venezuela y gritos en pro de la democracia, seguidores de su formación, la alianza Comunidad Ciudadana, esperan frente al hotel de La Paz donde el órgano electoral del país instaló su base para el cómputo de votos.
La aparición de simpatizantes oficialistas caldeó los ánimos, sin que se pasara más allá de reproches verbales y silbatos mutuos. Mientras el Gobierno de Morales, quien no había comparecido personalmente en público, algo inusual en su apretada agenda diaria de actos sin descanso desde la madrugada, hizo ante la sociedad boliviana un llamado a no caldear el ambiente.
Poco antes de la llamada a la calma en boca de su canciller, Diego Pary, y del ministro de Comunicación, Manuel Canelas, el Comité Nacional de Defensa de la Democracia había convocado en cambio a la «resistencia civil».
Su presidente, Waldo Albarracín, advertía incluso al Ejecutivo de que el país puede desembocar en una «guerra civil» si se extiende la sensación de fraude pese a que los ministros insistan en que está garantizada la transparencia del conteo.
En medio el Tribunal Supremo Electoral continuaba poco a poco contando los votos de los 7,3 millones de electores que el domingo estaban llamados a las urnas.
A media tarde hora local la cuenta iba todavía por la mitad, con una mínima ventaja para Mesa de unas décimas sobre Morales, rondando ambos el 42 por ciento.
Lejos del 50 por ciento que necesitan para ganar en primera vuelta, o del 40 con diez puntos sobre el segundo, con el que evitarían una nueva cita en diciembre, ya entre ellos dos en un duelo sin las otras siete candidaturas con las que ese midieron este pasado domingo.
Es por ahora el resultado más ajustado desde que Morales ganó por primera vez en 2005 con el 53,72 por ciento de los votos, una mayoría que revalidó en 2009 con su techo electoral del 64,22 y en 2014 con el 63,36.
Mesa, un reconocido intelectual que fue presidente del país entre 2003 y 2005, cuando renunció en medio de una grave convulsión social, no quiere que el órgano electoral, al que considera vendido a Morales, le robe la posibilidad de forzar una segunda vuelta por primera vez en la historia de Bolivia.
Esa segunda oportunidad, que llegaría en diciembre, la introdujo en el sistema electoral boliviano la Constitución que en 2009 promulgó el propio Morales, a quien la oposición acusa de no respetarla cuando le conviene.
Las redes sociales se encargaron de difundir fotos y videos de supuestas urnas manipuladas, traslados sospechosos de votos desde las mesas de votación incluso a domicilios particulares para manipularlos y otras denuncias sin constatación oficial de su veracidad.
En la línea de la guerra sucia que unos y otros denunciaron durante la campaña electoral. Si Mesa logra la deseada segunda vuelta, tendrá el apoyo de otros opositores que no consiguió en campaña para haber alcanzado un frente único contra el presidente boliviano.
El senador Óscar Ortiz, de la alianza Bolivia Dice No, que va cuarto, ya ha comprometido su apoyo y lo ha dejado entrever el pastor presbiteriano de origen coreano Chi Hyun Chung, del Partido Demócrata Cristiano, la sorpresa de los comicios que por ahora está tercero.
El Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales por un lado confía en evitar finalmente la segunda vuelta, pero los ministros que comparecieron en la sede de Gobierno para pedir calma asumieron que esta vez la victoria será por poco. EFE
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