Ianys Ramírez es un niño peruano de 10 años, hijo de padre peruano y madre rumana que residen en Japón. Entre los 5 y 7 años vivió en Perú, con sus abuelos paternos. Hablaba español en casa.
Luego volvió a Japón. Sin embargo, su japonés era precario. Hoy está mucho mejor. Mainichi Shimbun cuenta su historia de superación.
Cuando retornó de Perú, fue matriculado en segundo grado en una escuela en la ciudad de Toride, prefectura de Ibaraki.
Para ayudarlo con el idioma, le pusieron un profesor de lengua japonesa que hablaba español para que le tradujera las clases. También le traducían los exámenes. Sin embargo, su japonés no mejoró.
La profesora universitaria, Eriko Ishii, directora de la Sociedad para la Enseñanza del Japonés como Lengua Extranjera, explica la razón: «De la misma manera que ver una película extranjera con subtítulos no significa que aprendas ese idioma, recibir una interpretación no es aprender japonés».
Después de dos años en esa escuela, seguía teniendo muchos problemas con el idioma. Las cosas comenzaron a cambiar cuando fue trasladado a un colegio donde recibe clases especiales de japonés.
En abril de 2018, la familia Ramírez se mudó y Ianys fue matriculado en un colegio en la ciudad de Isesaki, prefectura de Gunma. Los extranjeros representaban el 20 % de los estudiantes y todos los días, durante una o dos horas, asistía a clases de japonés.
Fue difícil al comienzo.
En septiembre, en una clase, le pidieron que escribiera sus pensamientos sobre la imagen de una tortuga descansando a la sombra de un árbol. El niño escribió «lindo», «tortuga», «hojas». No pudo articular una frase.
Sin embargo, no se rindió y siguió estudiando.
Para marzo de 2019, su progreso era notable. Fue capaz de escribir en japonés: «Las personas ciegas no pueden ver si una puerta está cerrada o el hueco entre el tren y el andén. Por eso es importante que los perros guía le hagan saber a su dueño cuándo una puerta está abierta o hay un hueco».
En solo medio año, pasó de ser un niño que solo escribía palabras aisladas a ser capaz de componer breves ensayos.
Fue cuestión de estudios, tiempo y perseverancia.
El niño peruano, cuyos padres se conocieron en una fábrica en la región de Kanto y se casaron en 2006, estudia en quinto grado. Quiere mejorar su japonés y sus declaraciones a Mainichi dejan ver a un chico entusiasta, con ganas de seguir avanzando. «En la vida, siempre puedes aprender cosas nuevas. Amo la vida. Hay muchas sorpresas», dice. Ojala siga superándose y llegue lejos. (International Press)
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