En Japón se han dado cuenta “a regañadientes” de que incorporar a más mujeres al mercado laboral, aumentar la edad de jubilación y ampliar el uso de robots no alcanza para solucionar el problema de la escasez de trabajadores, dice Bloomberg.
Según proyecciones del Instituto de Investigación Mizuho, la fuerza laboral de Japón disminuirá en un 23 % en los próximos 25 años.
Solo en el sector del cuidado de ancianos, el gobierno nipón calcula que se necesitarán 550.000 trabajadores más para el 2025.
Ergo, Japón necesita más trabajadores extranjeros. En abril, entrará en vigor un nuevo sistema de visado para incrementar su número.
Por si acaso, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha dejado en claro que el nuevo programa de visas “no es una política de inmigración» porque no está previsto que los trabajadores se queden en Japón.
Las autoridades japonesas solo quieren la mano de obra.
La politóloga Atsuko Abe lo expresa con gran claridad: «El problema es que quieren a los trabajadores, pero no a la gente».
No se puede separar al trabajador del ser humano. Los extranjeros que aterrizarán en Japón como parte del nuevo programa no serán solo mano de obra.
Gabriele Vogt, experta en inmigración de Japón en la Universidad de Hamburgo, dice a Bloomberg que el país asiático puede aprender de la experiencia de Alemania. A partir de la década de 1950, millones de trabajadores de Turquía y Yugoslavia se trasladaron a Alemania a construir autos, limpiar casas y barrer calles.
Muchos se quedaron, se casaron y tuvieron hijos. «Vamos a ver lo mismo en Japón», dice. «Es absurdo pensar que solo puedes reclutar trabajadores y que vendrán sin todas las cosas humanas unidas a ellos».
Aunque se resista a aceptarlo, «Japón se está convirtiendo en una sociedad multiétnica en algunos aspectos», dice Jeff Kingston, director de estudios asiáticos en la Universidad de Temple en Tokio.
Hay cifras que respaldan su aseveración. En Tokio, 1 de cada 8 jóvenes que se registraron como adultos este año en el día anual de la mayoría de edad era extranjero. En Shinjuku, el 46 % de los jóvenes de 20 años eran de otros países, sobre todo Vietnam y China.
Por otro lado, dos de cada tres tiendas de conveniencia de la ciudad tienen empleados extranjeros en el turno de noche, según Kensuke Serizawa, autor de un libro sobre el tema.
Hay quienes están sabiendo aprovechar la situación. Naosuke Sugihara recluta filipinos, vietnamitas y chinos para trabajar en hoteles, hogares de ancianos y plantas de procesamiento de alimentos. Gaijinbank, su empresa, está en camino de colocar a más de 500 trabajadores este año, casi el doble que en 2018. «Esto es solo el comienzo», asegura. «Se acerca una gran ola».
Sugihara tiene un sitio web traducido a ocho idiomas para atraer trabajadores extranjeros. ¿Cómo encuentra potenciales empleadores? Investiga dónde escasea la mano de obra y llama, por ejemplo, a restaurantes, casas de reposo y hoteles para ofrecer personal.
Ya hay compañías en Japón que no pueden prescindir de la fuerza laboral foránea. “Sin trabajadores extranjeros, no tendríamos negocio”, admite Daisuke Matsuyama, gerente de MM International, un servicio de limpieza que abastece de trabajadores a grandes hoteles de Tokio. «Los japoneses simplemente no quieren hacer estos trabajos». (International Press)
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