La prematura partida del monje budista Hirohito Ota no solo ha causado hondo pesar en Japón, su tierra natal, sino también en Perú, su segunda patria, donde conoció a su esposa, nació la mayor de sus dos hijas y trabajó en el diario Perú Shimpo.
La primera vez que Ota aterrizó en el Perú fue en 1994. Era un joven universitario que no hablaba español y no conocía a nadie. Viajó al Cusco y a su retorno a la capital peruana, gracias al administrador del Centro Cultural Peruano Japonés, consiguió un empleo en Perú Shimpo.
Al poco tiempo, decidió retornar a su país.
Si la primera vez que viajó a Perú fue por aventura, la segunda fue fruto de una decisión meditada. Ya había culminado sus estudios universitarios y ampliado su hoja de vida como periodista.
Ota trabajó en Perú Shimpo entre enero de 1997 y abril de 2000.
Paralelamente a su labor como periodista, trabajaba desinteresadamente por mantener viva la memoria histórica de los nikkei peruanos. Investigaba, visitaba cementerios donde descansaban los restos de inmigrantes japoneses, preocupándose por el destino final de quienes construyeron los cimientos de la comunidad peruano japonesa, y registraba los ihai con los nombres de los difuntos de las familias nikkei.
Aunque se mudó definitivamente a Japón, viajaba regularmente a Perú, donde fue una persona muy apreciada por la comunidad nikkei.
Ya en su país, Ota continuó ejerciendo como periodista al mismo tiempo que se abría camino el monje budista, ordenándose como tal en abril de 2012.
Como monje, se convirtió en el auxilio espiritual de supervivientes del terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011 en la región de Tohoku. Los visitaba periódicamente para escucharlos y consolarlos. Su misión en la vida. (International Press)
Be the first to comment