Desde hace 23 años, Yoshiteru Yamamoto vive el mismo día. El tiempo se ha detenido para él. El 17 de enero de 1995, su esposa Kazuko murió en el terremoto de Kobe.
«Todavía siento que todos los días es 17 de enero de 1995. Durante los últimos 23 años, nunca he sentido que el tiempo pasa», dice el anciano en declaraciones que recoge Asahi Shimbun.
Todos los días, Yamamoto ruega a Kazuko, con la que estuvo casado treinta años, que la perdone por no haberle salvado la vida. “Lo siento. Lo siento mucho. Perdóname. Lo siento”.
Ese día, la pareja estaba en el primer piso: él viendo un video y ella dormitando debajo de un kotatsu. Ambos vivían solo. Su hijo y su hija ya se habían independizado.
A las 5:46 a. m., cuando se produjo el terremoto, Yamamoto estaba de pie en la puerta de entrada de su casa y a punto de salir a caminar.
El segundo piso de su casa se derrumbó. Kazuko quedó atrapada debajo de los escombros, pero sobrevivió al colapso. «Estoy bien. ¿Podrías por favor ayudarme una vez que amanezca?», le dijo con admirable temple a su esposo.
Yamamoto fue a pedir ayuda a sus vecinos. Uno de ellos le prestó una sierra, pero no le sirvió de nada.
Horas después, el hombre escuchó que alguien gritaba “¡fuego!”. Cuando se dio la vuelta, vio una pared de fuego dirigiéndose hacia su casa.
Yamamoto nunca podrá olvidar los gritos de Kazuko cuando las llamas devoraron su casa.
Cuatro días después, regresó a su vivienda con su hijo para recoger las cenizas de Kazuko.
“No te rindas”, le dice la gente con intención de darle ánimos. Sin embargo, para él son palabras crueles. «Cuando no te queda nada, ¿para qué y para quién debes resistir?», se pregunta Yamamoto. Aún no tiene una respuesta. (International Press)
Be the first to comment