La compañía japonesa Fuji Megane realiza desde hace más de 30 años un trabajo excepcional: regalarles a miles de refugiados anteojos para que puedan ver bien. Gente que no tiene recursos para comprarse gafas, y que en muchos casos sufre graves problemas visuales. Es casi como restituirles la vista.
Aproximadamente 200.000 personas se han beneficiado del programa “La alegría de la vista”, revela Yomiuri Shimbun.
Este año, seis ejecutivos y empleados de la compañía japonesa viajaron al pueblo de Mingachevir, en Azerbaiyán. Muchos de los refugiados que conocieron sufrían de hipermetropía, miopía o astigmatismo severos, y no tenían anteojos por falta de dinero o porque los perdieron durante su huida.
El equipo de Fuji Megane examinó a los refugiados y les entregaron las gafas que mejor se ajustaron a sus necesidades.
Entre ellos, una mujer de 80 años que perdió tres hijos en el conflicto con la vecina Armenia. «Quiero anteojos para ver las caras de mis hijos en fotos de cuando estaban vivos», dijo entre lágrimas. La anciana suplicó al equipo, en el que estaba el presidente de la compañía Akio Kanai (75), que la ayudara.
La octogenaria perdió la vista en el ojo derecho y tenía problemas para ver de cerca con el izquierdo. Tras evaluarla y buscar en los cerca de 4.000 anteojos que llevaron desde Japón le dieron unos para que se los probara.
«¡Puedo ver bien! ¡Gracias!”, dijo la mujer entre lágrimas, pero esta vez de alegría. Estos son los momentos que la gente de Fuji Megane aprecia mucho.
En días atareados, examinaron a unas 500 personas. En las aproximadamente dos semanas que estuvieron en el país ayudaron a unos 3.000 refugiados.
Y si entre las gafas llevadas no hay ninguna que se ajusten a lo que necesita una persona, toman sus datos y se las envían desde Japón.
Fue la decimotercera vez que un equipo de la empresa nipona visitó Azerbaiyán.
Tan pronto como el equipo pone los pies en Japón otra vez, comienzan los preparativos para el viaje del próximo año.
No es un trabajo exento de riesgos. Dependiendo del país al que viajen, a veces existe el riesgo de infección por cólera o malaria. Pese a ello, lágrimas de felicidad como las de la anciana que volvió a ver bien hacen que los esfuerzos valgan la pena.
La experiencia de ayudar cambia profundamente a quienes participan de ella. Shohei Kikuchi (32), que trabaja en una de las tiendas de Sapporo, se unió al equipo por primera vez el año pasado y quedó asombrado por la experiencia.
Kikuchi le cuenta a Yomiuri cómo se sintió al estar parado delante de refugiados que lloraban de alegría gritando «¡Puedo ver!», mientras abrazaban y besaban a los miembros del equipo: «Me sorprendió ver a gente tan eufórica que podía ver. A lo largo de mi carrera, nunca había conocido a nadie que estuviera tan agradecido por mi ayuda».
Un total de 183 empleados han participado de esta experiencia inspiradora hasta el momento. Son cuatro los países que han visitado, entre ellos Tailandia y Nepal, llevando alrededor de 130.000 gafas. Si a ellas se suman las que han enviado a países que no han visitado, como Kenia y Nigeria, el número de beneficiados asciende a 200.000.
Fuji Megane, que tiene 67 tiendas en Japón (56 de ellas en Sapporo), espera que las gafas ayuden a los refugiados a encontrar la esperanza de vivir así como un nuevo futuro. (International Press)
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