Minoru Urano nació en Colorado, Estados Unidos, país al que sus padres japoneses habían migrado. Cuando tenía nueve años, sus papás lo enviaron a Japón, a la prefectura de Fukuoka, donde un tío. Más adelante, este tío lo adoptó como su hijo y Minoru adquirió la nacionalidad japonesa.
En la escuela era víctima de ijime porque no podía hablar el japonés con fluidez.
En 1939, cuando tenía 18 años, Minoru se casó con Chieko, dos años mayor que él. El joven nacido en Estados Unidos le dijo a su esposa que quería entrar en el ejército para “ser aceptado como un japonés».
Cuando el primer hijo de ambos nació en septiembre de 1940, Minoru cambió de opinión. “Yo no quiero tener que ir a la guerra. Quiero estar aquí para mi hijo», dijo.
Sin embargo, al año siguiente fue reclutado por el ejército y en 1942 fue a la guerra. Antes, Chieko volvió a quedar embarazada.
Mientras Minoru peleaba en la guerra, ella se dedicaba a la crianza del niño y el trabajo en el campo.
En julio de 1942, Minoru volvió sorpresivamente a su casa en medio de la noche. «He venido para ver sus caras», dijo. Conoció a su segundo hijo (recién nacido) y vio a su familia por última vez.
3 años después, en junio de 1945, Chieko recibió un mensaje a través del cual se enteró de que Minoru había muerto en la guerra un año antes, en la frontera entre China y Birmania.
Han trascurrido 72 años desde entonces y la mujer todavía no puede olvidar el dolor de perder a su esposo.
En declaraciones que recoge Mainichi Shimbun, Chieko, que hoy tiene 98 años, dice que pensó que solo tendría que soportar estar dos años lejos de él. No creyó que la guerra se lo llevaría para siempre.
La posguerra fue muy difícil para Chieko, quien como joven viuda tuvo que trabajar duro para mantener a sus dos hijos.
Minoru no fue el único miembro de la familia Urano que tomó las armas. Un hermano suyo, nacido y criado en Estados Unidos, se hizo soldado estadounidense. Después de la guerra llegó a Japón como parte de la ocupación aliada.
¿Qué sintió Minoru al tener que pelear contra Estados Unidos, la tierra donde nació y que defendía su hermano? Chieko nunca lo supo, él nunca habló de eso.
La madre de Minoru, sin embargo, le dijo una vez a Chieko: «Si hubiera sabido que los hermanos iban a pelear (en la guerra), yo no habría enviado a Minoru a Japón”.
«La guerra es odiosa. Eso es algo que nunca olvidaré», dice Chieko, que aún hoy derrama lágrimas cuando recuerda a Minoru.
La mujer no quiere que las memorias de la guerra mueran con quienes la sufrieron en carne propia. «Quiero que los jóvenes escuchen más sobre la guerra, quiero que sepan de ella y que luego la den a conocer a otras personas».
En agosto de 2015, cuando se cumplieron 70 años del final de la Segunda Guerra Mundial, Chieko asistió a una ceremonia conmemorativa en Fukuoka con su hijo mayor y su nieta, y habló en nombre de cerca de 1.100 asistentes.
Esa fue la última vez que una viuda de guerra habló en una ceremonia organizada por el gobierno de Fukuoka. Desde entonces toman la palabra los hijos de las víctimas del conflicto bélico.
Cada vez son menos las viudas de la guerra. Este año fiscal, se estima el número de mujeres que perdieron a sus esposos soldados durante la guerra y que reciben ayuda del Estado caerá por debajo de 20.000 por primera vez. (International Press)
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