Beatriz Pascual Macías / EFE
Se llama Hameed Khalid Darweesh, es iraquí, arriesgó su vida para ayudar al Ejército de Estados Unidos y fue retenido durante 19 horas en el aeropuerto de Nueva York. Su historia encarna la desesperación y esperanza que cientos de extranjeros sienten estos días.
Si una agencia de viajes no hubiera bloqueado temporalmente el pago de su tarjeta de crédito, Khalid Darweesh podría haber llegado a Estados Unidos antes de que el presidente Donald Trump emitiera su veto y suspendiera durante 90 días la concesión de visados a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana.
Pero Khalid Darweesh tuvo que reservar un vuelo posterior y llegó al aeropuerto internacional John F. Kennedy de Nueva York el viernes, cuando la medida de Trump ya había desatado el caos.
Vio a su esposa y a sus tres hijos desaparecer en la terminal de llegadas. Mientras, él fue retenido y obligado a pasar la noche en una pequeña sala del aeropuerto, a veces esposado y con una gran angustia latiéndole en el pecho: ¿podría volver a reunirse con su familia? ¿Tendría que regresar a Irak?
Khalid Darweesh había dejado Irak y había recibido un permiso para entrar a territorio estadounidense. Teme por su vida, teme sufrir represalias por el servicio que prestó durante una década a Estados Unidos, primero como traductor cuando las tropas llegaron a Irak en 2003 y luego como ingeniero.
Después de 19 horas retenido, la salida del aeropuerto de Khalid Darweesh fue retransmitida en vivo por varias televisiones de EE.UU. La multitud le recibió como un auténtico héroe, con vítores, pancartas de bienvenida y gritos: «¡Déjenles entrar!» y «¡Sin odio, sin miedo, los refugiados son bienvenidos aquí!».
Un periodista le preguntó si estaba enfadado y Khalid Darweesh respondió que «no» y, agarrando por el hombro a su abogado, dijo: «Esto es Estados Unidos».
La agridulce liberación de Khalid Darweesh y de las decenas de personas retenidas en los aeropuertos está siendo posible gracias al trabajo de cientos de abogados, que voluntariamente asesoraron a los afectados y se quejaron por el supuesto incumplimiento de una orden de la jueza Ann M. Donnelly de Nueva York.
La magistrada bloqueó a última hora del sábado parte del polémico veto de Trump, al fallar que no se puede deportar a ciudadanos de los países vetados que ya habían llegado al país, pero los agentes encargados de la seguridad de los aeropuertos siguieron reteniendo a algunos extranjeros.
«No se nos permitió comunicarnos con nuestros clientes, con las personas que estaban detenidas», dijo a Efe Humza Kazmi, un joven abogado que ayudó este fin de semana a un matrimonio iraní, retenido en el aeropuerto internacional Dulles, en el estado de Virginia y a las afueras de Washington.
«La pareja estaba tratando de volver a Estados Unidos desde Irán, donde el marido había recibido tratamiento médico para su corazón. Venían de un largo vuelo y él necesitaba recibir atención médica después del aterrizaje debido a su enfermedad. No se le dio ningún medicamento», lamentó Kazmi.
Los agentes del aeropuerto tampoco permitieron a Kazmi comunicarse con la pareja y el hombre iraní no pudo recibir atención médica durante casi ocho horas de detención.
Según el letrado, los dos iraníes tenían la tarjeta de residente permanente («green card»), un permiso que permite a los extranjeros trabajar en el país y solicitar la ciudadanía estadounidense.
El sábado, el Gobierno dijo que los residentes permanentes estaban incluidos en la acción ejecutiva que firmó el viernes Trump y que suspende durante 90 días la concesión de visados a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana con historial terrorista: Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Yemen e Irán.
Sin embargo, el domingo a última hora, el Departamento de Seguridad Nacional dijo que los residentes permanentes serían admitidos, aunque podrían estar sujetos a un mayor escrutinio.
Informaciones como esa, confusas y con pocos detalles, han provocado una gran angustia tanto dentro de Estados Unidos como fuera, donde decenas de pasajeros han visto truncarse su «sueño americano» y permanecen en los aeropuertos a la espera de ser devueltos a sus países de origen.
Llenos de pancartas, mesas, abogados y traductores, los aeropuertos de EE.UU. se han convertido en símbolo de resistencia contra las medidas de Trump, unas acciones que han partido en dos al país y han desatado una auténtica batalla tanto en las calles como en los despachos de la Casa Blanca y el Congreso.
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