La “Muñeca Japonesa” tiene un amplio club de fans en China
Antonio Broto / EFE
Nació en Japón, el viejo rival histórico y político de China, y representa a ese país en los Juegos de Río, pero la tenista de mesa Ai Fukuhara, extremadamente popular y querida por los aficionados chinos, ejemplifica de qué manera puede el deporte borrar las fronteras y acercar a los pueblos.
Así se demostró en la jornada de ayer del cuadro femenino, donde Ai, cabeza de serie número seis, disputó la semifinal contra la china Li Xiaoxia, tercera favorita, aunque fue también animada con pasión por muchos aficionados del gigante asiático, donde es apodada «Muñeca Japonesa» y tiene un amplio club de fans.
Ai, que tiene un microblog para sus fans chinos con 590.000 seguidores, perdió con inesperada facilidad en la semifinal, por cuatro sets a cero, pero los aficionados del país rival corrieron a dar su apoyo a la nipona en su red social.
«Quiero llorar al ver tu derrota, y lloraré como no consigas el bronce», escribió en la cuenta de Ai un aficionado chino que seguramente lo pasó aún peor horas después, cuando la nipona perdía la final de consolación y quedaba cuarta.
«Ven y deja que te abrace, no llores», intentaba consolar a la tenista otro aficionado de China, mientras la televisión estatal CCTV tampoco ahorraba elogios a la deportista -algo poco frecuente para un atleta de la rival Japón- y aseguraba que había tenido un rendimiento «fabuloso» en Río 2016.
La jugadora de 27 años es uno de los pocos ejemplos de hermanamiento entre dos países con frecuencia enfrentados por problemas territoriales y por su historia (Japón invadió territorio chino durante casi 15 años a mediados del siglo XX y cometió graves crímenes de guerra en la China de esa época).
Ajena a la rivalidad de las dos potencias, que en los últimos años se ha traducido en casi nulos intercambios diplomáticos y una práctica ausencia de contactos culturales, Ai es la perfecta embajadora japonesa en China, país en el que ha entrenado y jugado desde que era niña.
La jugadora, que habla chino a la perfección -con acento norteño- y suele escribir en este idioma en su microblog, es desde hace años una suerte de símbolo de conciliación entre dos naciones irreconciliables, incluso en los momentos más complicados.
Así ocurrió por ejemplo en 2005, cuando, en medio de una ola de manifestaciones antijaponesas en China por cuestiones históricas, una Ai de tan sólo 18 años se reunió con el embajador chino en Japón, Wang Yi (actualmente ministro de Asuntos Exteriores de su país) para apoyar la «amistad chino-japonesa».
Tres años después, cuando Pekín acogía los Juegos Olímpicos, Ai fue una de las portadoras de la antorcha y la abanderada de Japón en el desfile inaugural. Ese mismo año hasta jugó unos puntos al ping pong con el entonces presidente chino, Hu Jintao, cuando éste visitó el archipiélago nipón.
En su propio país, Ai también es muy popular, por haber logrado platas y bronces internacionales en un deporte donde el oro está casi reservado de antemano para la rival China.
Pero sobre todo es admirada por su increíble precocidad: entrenando desde los tres años de edad, a los 11 ya era miembro del equipo nacional, algo casi inaudito.
En Atenas 2004, con 15 años, se convirtió en la jugadora de tenis de mesa más joven de la historia en unos Juegos, y ya alcanzando su madurez profesional, en Londres 2012, formó parte del trío que consiguió la plata por equipos para Japón, que nunca había logrado medallas olímpicas en este deporte.
Ai y sus compañeras volverán a intentar esa proeza esta semana en Río, donde Japón es segunda cabeza de serie y China la primera en el concurso por equipos, en el que Polonia es el primer escollo a batir.
Si los dos países asiáticos avanzan según lo previsto, podrían volver a medirse en la final. Una final en la que, pese a la pasión de los chinos por el ping pong y su general animadversión hacia Japón, más de un aficionado del gigante asiático tendrá el corazón dividido entre sus compatriotas y la «Muñeca japonesa».
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