Las cifras son un duro golpe para la compañía japonesa
María Roldán / EFE
El falseo de datos de consumo destapado en abril pasado ha pasado factura al fabricante nipón Mitsubishi Motors, que se ha visto sumergido en pérdidas millonarias por el impacto que ha tenido en su producción y sus ventas, así como el aumento de costes para adoptar nuevos controles de calidad.
La empresa con sede en Tokio anunció que incurrió en unas pérdidas netas de 129.724 millones de yenes (1.118 millones de euros) entre abril y junio, el primer trimestre del año fiscal nipón (que finaliza el 31 de marzo de 2017).
Las cifras son un duro golpe para la compañía automovilística, cuyo resultado bruto de explotación (EBITDA) ha disminuido en un 81,9 por ciento interanual hasta los 4.371 millones de yenes (38 millones de euros).
Por otra parte, tal y como se adelantó a principios de semana, su beneficio operativo se ha desplomado un 75,2 por ciento hasta los 4.619 millones de yenes (40 millones de euros) en el trimestre de abril a junio, en comparación con los 18.633 millones de yenes (160 millones de euros) que obtuvo en el mismo período de 2015.
La propia compañía ha reconocido que el falseo de los datos de eficiencia energética de varios de sus modelos ha sido la principal causa del desmoronamiento de sus cuentas.
Mitsubishi admitió el pasado 20 de abril que sus empleados modificaron la presión del aire de los neumáticos durante las pruebas para evaluar el consumo de cuatro de sus minivehículos (aquellos con motores de menos de 660 centímetros cúbicos), comercializados íntegramente en Japón.
Esto hizo que los modelos se vendieran bajo una falsa garantía que aseguraba que eran entre un 5 y un 15 por ciento más eficientes de lo que en realidad son.
La compañía reconoció además haber usado métodos de homologación no aceptados en Japón durante el último cuarto de siglo.
El escándalo llevó al fabricante a detener la producción de los modelos afectados (el ek Wagon, el ek Space, el Dayz y el Dayz Roox, estos dos últimos comercializados por Nissan) hasta el pasado 4 de julio, con el consiguiente impacto en sus ventas.
La facturación de la compañía se redujo un 14,3 por ciento hasta los 428.732 millones de yenes (3.696 millones de euros), sobre todo por la aguda caída de la venta en Japón, del 43 por ciento.
Mitsubishi, que acordó en mayo la venta del 34 por ciento de sus participaciones a Nissan -daño colateral en el escándalo-, explicó en un comunicado que este retroceso se debe a la «drástica caída interanual del volumen de ventas de minivehículos» en el país asiático, que representan un 60 por ciento de sus ventas domésticas.
Los modelos de minivehículos son muy populares en el mercado japonés gracias a sus bajos costes de mantenimiento, su gasto de combustible más eficiente o su tamaño reducido.
Sin embargo, la manipulación pone a Mitsubishi en una mala posición frente a sus competidores, dado que los modelos afectados podrían no ser elegibles para optar a la exención de impuestos destinada a los coches ecológicos que ofrece el Gobierno nipón.
Esto deja abierta otra incómoda incógnita para Mitsubishi: las compensaciones que prevé abonar a los propietarios de los vehículos afectados, que estima en al menos 545 millones de euros.
Aunque la comercialización de vehículos de la empresa nipona se redujo en prácticamente todo el mundo -incluido Europa (15 por ciento) y Asia (8 por ciento)-, el buen rendimiento en el mercado de Estados Unidos, donde vendió un 5 por ciento más que en el mismo período de 2015, ayudó a la compañía a mitigar la caída.
Ante este panorama, Mitsubishi optó por mantener intacta su previsión de resultados para el año fiscal completo (que en Japón finaliza en marzo del próximo año), que emitió el pasado 22 de junio.
En cuanto al beneficio operativo, prevé un aumento del 1,3 por ciento hasta los 25.000 millones de yenes (215 millones de euros).
Mitsubishi Motors prevé, no obstante, que sus ventas caerán en un 17,75 por ciento con respecto a 2015 hasta los 1,91 billones de yenes (16.470 millones de euros).
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