Ambos tuvieron una infancia difícil por no parecer japoneses
Ado Onaiwu tiene 20 años y un padre nigeriano. Musashi Suzuki tiene 22 y un padre jamaiquino. Ambos son delanteros y forman parte de la selección Sub 23 de Japón, que en enero conquistó un cupo para competir en los Juegos Olímpicos de Río tras ganar el campeonato de la Confederación Asiática de Fútbol.
Ambos esperan estar en la lista definitiva de 18 jugadores que acudirán a Río y que se conocerá el 1 de julio, según Mainichi Shimbun.
Onaiwu nació en la localidad de Kamikawa, Saitama. Su vocación por el fútbol lo heredó de su padre, que fue futbolista.
Como muchos mestizos, tuvo una infancia difícil, al punto de no querer salir a la calle porque llamaba la atención por no parecer japonés. Era frustrante para él, pues siempre se consideró japonés. El fútbol llegó a su rescate.
Ser reconocido como futbolista le infundió confianza en sí mismo, recuerda su madre. Tras terminar la preparatoria se sumó a la J-League.
Gracias al fútbol, Onaiwu, que destaca por su rapidez y sus cabezazos, ha hecho muchos amigos.
El primer rival de Japón en Río será Nigeria. Onaiwu, que milita en el JEF United Ichihara Chiba, espera jugar ese partido contra el país de su padre.
Por su parte, Suzuki nació en Jamaica y se mudó a Ota, Gunma, cuando tenía seis años. También tuvo una niñez dura. En la escuela de primaria le ponían apodos como «hamburguesa» o «croqueta». Regresaba a casa llorando e intentaba blanquearse la piel con talco para bebés. “¿Tendré la piel clara como un japonés?”, le preguntaba a su mamá Mariko. «Me gusta tu color, Musashi», le respondía ella.
Suzuki, que juega en el Albirex Niigata, sobresale por su regate y velocidad. Nada lo ha hecho más feliz que vestir la camiseta de la selección japonesa. Un reconocimiento al talento y el esfuerzo, un gol contra la discriminación. (International Press)
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