Las nuevas generaciones no hablan japonés
La Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) recibe cada vez más solicitudes de las comunidades nikkei de América Latina para que envíe voluntarios que ayuden a difundir el idioma y la cultura de Japón.
Los japoneses que migraron a América Latina ya son ancianos y quieren transmitir la cultura japonesa a sus descendientes. Y para ello, explica Yomiuri Shimbun, el aporte de los voluntarios japoneses de JICA es valioso.
Las generaciones más jóvenes de nikkei tienen menos oportunidades de acercarse a la cultura japonesa, según JICA. Dichas oportunidades, desde la perspectiva de las comunidades nikkei de los países latinoamericanos, son «necesarias para transmitir virtudes japonesas como la diligencia y la honestidad” a los descendientes de japoneses.
Además, «aprender japonés ayudaría a la gente a encontrar trabajo en Japón».
El crecimiento de la demanda fue impulsada por la visita que el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, realizó a Brasil en agosto de 2014. En el gigante sudamericano, Abe anunció una nueva directiva para aumentar en gran medida el número de voluntarios.
Si en 2013 se solicitaron 62 voluntarios, un año después se pidieron 99 y en 2015 la cifra se elevó a 153.
Shizuo Sawamoto (68), residente de San Juan, destaca que los voluntarios contribuyen a transmitir “los valores japoneses de la honestidad y el trabajo duro a los niños».
El gobierno de Japón quiere impulsar su programa de voluntariado como una forma de mejorar la imagen pública del país.
Sin embargo, no resulta sencillo encontrar voluntarios suficientemente cualificados para satisfacer esta creciente demanda. Solo entre el 10 y 40 % de candidatos cumple los estándares de JICA, que evalúa el conocimiento y la habilidad para la enseñanza del idioma japonés de los postulantes, entre otros aspectos.
Para cubrir este déficit, JICA busca atraer a educadores de gobiernos locales con experiencia y está intensificando sus labores de reclutamiento.
De acuerdo con cifras de septiembre, 77 voluntarios trabajaban en comunidades nikkei en todo el mundo, la mayoría en América Latina.
Una de ellas, Sari Takeda (26), enseña japonés a estudiantes de primaria y secundaria en una escuela pública en una comunidad de migrantes en San Juan, Bolivia.
La comunidad alberga a unos 700 nikkei. Hace 60 años comenzó a ser poblada por migrantes de Kyushu. Aunque se celebran festividades como el bon, las generaciones más jóvenes no hablan japonés, y el idioma principal en la comunidad ahora es el español.
Ahí es donde el programa de JICA se hace tan importante. Shizuo Sawamoto (68), residente de San Juan, destaca que los voluntarios contribuyen a transmitir “los valores japoneses de la honestidad y el trabajo duro a los niños».
Desde 1996 JICA organiza programas para voluntarios junior (20-39) y senior (40-69). Hasta fines de septiembre de 2015, había enviado alrededor de 1.700 voluntarios. JICA cubre sus gastos básicos (como pasajes de ida y vuelta) durante los dos años que normalmente dura la estadía. (International Press)
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