Lo mejor y lo más difícil de tener una pareja japonesa

Foto: Alejandra Quiroz

Besar en público puede ser un problema


Foto: Alejandra Quiroz
Foto: Alejandra Quiroz

Cuatro testimonios de extranjeros sobre sus experiencias amorosas con japoneses o japonesas, recogidos por el sitio RocketNews24, con los que varios probablemente se sentirán identificados.

Una alemana veinteañera empieza por lo complicado: las diferencias culturales. “Si duermo en casa de un amigo, que es totalmente normal en Alemania, mi novio se preocupa mucho y se pone celoso porque es inusual en Japón”.

Lo bonito, lo mejor: “En mi país, la gente no suele decirle a alguien para salir. En lugar de eso, empiezan a ser amigos y la relación cambia con el tiempo. Me gusta mucho la cultura del kokuhaku (confesión de amor). ¡Me hace sentir realmente especial y feliz!”.


Un treintañero estadounidense asegura que muchas de las japonesas con las que ha salido querían “el romance al estilo de Hollywood”. Además, querían que “ayudara en la limpieza de la casa, a cocinar y lavar los platos, pero también querían que yo tuviera un trabajo de prestigio, trabajara largas horas, pagara las citas, fuera el principal sostén y actuara como ‘japonés’ en público”.

Lo mejor: “No soy muy tradicional cuando se trata de relaciones, así que no espero que mi pareja haga todo en la cocina y la limpieza (yo cocino mucho como hobby), pero hay nada mejor que volver a casa después de un largo día de trabajo y tener una cena caliente, recién hecha”.

He salido con algunas chicas que se ponían nerviosas si trataba de darles un rápido beso en la mejilla en un restaurante.

Para una estadounidense treintañera manejar las demostraciones públicas de afecto es lo más difícil. “Para los estándares americanos, soy bastante conservadora sobre las demostraciones públicas de afecto, pero mi esposo está menos a gusto con estas. A veces, incluso ir tomados de la mano o un casto beso de despedida es demasiado para él. Por ejemplo, si estoy saliendo en un viaje largo y él me deja en la estación, no me da un beso de despedida. Sé que no me está rechazando, que él es demasiado tímido, pero a veces se siente frío”.


Lo que para muchos es un problema, para ella no necesariamente. “La barrera del idioma resulta útil a veces. A veces mi esposo dice cosas que me molestarían si yo las escuchara de un hablante nativo de inglés, pero debido a que no lo es, tengo que pensar en lo que realmente quiere decir y le pido que lo aclare. Estoy seguro de que lo mismo vale para mí cuando estoy hablando japonés. Por lo tanto, creo que nos escuchamos con más atención el uno al otro y tomamos más en cuenta más la intención (lo que quisieron decir) que la realización (lo que dijeron)”.

Un británico treintañero revela que tuvo riñas con japonesas con las que salió porque, sin intención, utilizó sin darse cuenta alguna palabra o expresión inapropiada que las ofendió o generó un malentendido. “Es fácil hablar de las cosas que están sucediendo delante de nuestros ojos, pero comunicar pensamientos y emociones en un segundo idioma puede ser complicado”.


Otra cosa difícil: “A veces las japonesas pueden ser muy tímidas para mostrar emociones en público. No me malinterpreten, no me gusta ver a parejas besándose en público (un beso rápido está bien, pero besuquearse es asqueroso), pero he salido con algunas chicas que se ponían nerviosas si trataba de darles un rápido beso en la mejilla en un restaurante”.

Lo mejor: “En general, las chicas japonesas con las que he salido eran muy cariñosas y consideradas. Nunca sentí que estuviera en peligro de que ellas se fueran con algún otro chico en una fiesta o vieran a alguien a mis espaldas”. (International Press)


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