Conozca el mundo de los premios en el fútbol europeo y lo que paga la descarriada Conmebol.
Por Jorge Barraza*
Borisov está feliz. Con 150.000 habitantes, es la novena ciudad de Bielorrusia; una urbe pequeña pero industriosa. Su juguete preciado, hoy, es el BATE, el club de fútbol de la fábrica de equipos eléctricos para autos y tractores del mismo nombre. Como campeón nacional, el BATE Borisov entró en la carrera para disputar la Liga de Campeones de Europa, el torneo de fútbol más rutilante del planeta, incluso con más estrellas y recompensas que la misma Copa Mundial de la FIFA. Como el coeficiente deportivo bielorruso es muy bajo, sus clubes deben comenzar desde instancias preliminares. Pero el BATE lo hizo… metiendo los codos se ubicó en primera fila. Ganó tres fases previas ante el Dundalk (Irlanda), Videoton (Hungría) y Partizán (Serbia) y se aseguró un lugar entre los grandes: ahora se medirá con la Roma, el Bayer Leverkusen y el Barcelona; recibirá a Messi en su nuevo y coqueto estadio.
El BATE, que juega en un recinto para 12.900 personas, es uno de los 32 afortunados participantes de la fase de grupos de la Champions, algo que no lograron ilustres campeones de la competencia como el Milan, el Inter, el Liverpool, el Ajax, el Celtic, el Feyenoord, el Hamburgo, el Borussia Dortmund, el Aston Villa, el Olympique de Marsella… Para un club nuevo, refundado en 1996 y con debut en Primera División en 1998, es una fiesta. Y, no menos importante, embolsará un fantástico premio que, de seguro, rondará los 30 millones de dólares. River Plate, reciente campeón de la Libertadores, percibió de la Conmebol 5,1 millones. El River que dio al fútbol a Di Stefano, Moreno, Pedernera, Labruna, Sivori, Alonso, Ramón Díaz y decenas más.
BATE se aseguró 13.420.000 dólares sólo por participar de la fase de grupos. A ello hay que agregar el premio por cada una de las tres rondas previas y el market pool o cuota de mercado por televisión que se reparte por porcentajes de audiencia. Y nunca hay que olvidar las taquillas. En este caso, el BATE tiene 6 recaudaciones a estadio lleno, las tres que ya jugó y las tres que, como mínimo, tendrá ante Roma, Bayern y Barsa. En los clubes grandes, con estadios espaciosos, alcanzan hasta los 5 millones de euros; en el caso del de Borisov serán de poco más de un millón de dólares. Pero, además, la Champions ofrece otras variables muy atractivas.
el ganador de la Champions que viene se quedará con (pesos más o menos) 91.4 millones de dólares..
Por cada triunfo en fase de grupos se cobra un plus de 1.680.000 dólares. Por cada empate 560.000. El equipo que llega a octavos percibe 6,15 millones de dólares adicionales; si avanza a cuartos, 6,71 millones más, si pasa a semifinales, 7,83 más; y aparte de ello, el subcampeón se lleva 11,74 y el campeón 16.770.000 dólares. Sumado todo, el ganador de la Champions que viene se quedará con (pesos más o menos) 91.4 millones de dólares. Pero, además, habrá hecho 6 taquillas como local (unos 30 millones más tratándose de los clubes con grandes estadios) y una millonada en venta de camisetas y souvenirs. También le lloverán nuevos contratos publicitarios. Asimismo, cuando un club se corona, se acciona una serie de cláusulas por objetivos con cada uno de sus patrocinadores. Ejemplo: Nike paga varios millones de premio al Barcelona por su título. Adidas lo mismo al Madrid y al Bayern, porque esos títulos disparan la venta de camisetas y bufandas.
No es muy loco pensar que cuando el campeón es Manchester United, Barcelona, Real Madrid, Bayern, Juventus, los ingresos por una conquista así estén bordeando los 200 millones de dólares. Todo se potencia.
Desde luego, la mercadotecnia en Europa está más desarrollada que en América Latina, las economías son más fuertes, pero la diferencia abismal es de concepción de negocio y, sobre todo, de honestidad. En octubre de 2013, durante el jubileo por los 150 años de la Asociación Inglesa, charlaban dos invitados, Michel Platini, presidente de la UEFA, y su par sudamericano Eugenio Figueredo. Platini le confesó a Figueredo: “Nosotros (por la UEFA) ya tenemos 600 millones de euros en los bancos, no queremos más; todo lo que entra va para los clubes y las asociaciones”. Figueredo escuchó en silencio y trató de moderar el impacto. Seguramente se relamió pensando si tuviera él 600 millones para administrar.
Nuestra descarriada Conmebol podría tener, no 600 millones de euros, pero sí 150 en los bancos. Y dar premios decentes a sus clubes y selecciones. Pero no, da monedas y se comporta como un señor feudal que les quita el 10% de las taquillas y les hace pagar honorarios y viajes de árbitros, veedores y oficiales de antidoping. Y les arranca 200 dólares por cada tarjeta amarilla recibida en los partidos, y les aplica multas por faltas diversas. También podría dedicarse a desarrollar el fútbol del continente. En los últimos 30 años no ha colaborado con ninguna de sus asociaciones miembro para hacer un estadio, un centro deportivo, no ha financiado un plan de desarrollo del fútbol juvenil o femenino. Nada, cero. Tampoco ha creado un departamento de mercadotecnia para optimizar los ingresos, que podrían ser cuantiosos. Nunca ha formado una comisión de clubes para que estén representados y puedan defender sus intereses. Y lo que es más grave, jamás les mostró un contrato a los clubes, los que le animan sus copas. Nadie sabe lo que entra ni lo que sale. Y por si hubiere una rebelión, antes de participar de la Libertadores o la Sudamericana les hace firmar una declaración jurada donde aceptan incondicionalmente todas las normas, imposiciones y reglamentos que les fijan (sin consulta previa, desde luego). Quien no firma queda excluido. Ante el temor de no poder participar, todos estampan la rúbrica.
Conmebol se comporta como un señor feudal que les quita el 10% de las taquillas (a los equipos) y les hace pagar honorarios y viajes de árbitros…
Conmebol acaba de asegurar que la Copa Centenario se hará sí o sí en 2016 “porque hay que festejar los 100 años”. En realidad la motivación es muy otra. Y como sus dirigentes tienen terror de pisar suelo norteamericano, se estudia otra sede. Los países mencionados como posibles anfitriones son Colombia y Ecuador. Si se confirma, el Gobierno colombiano o ecuatoriano y las alcaldías de las ciudades sede deberán garantizar estadios impecables (Conmebol se reserva el derecho de aprobarlos o no), centros de entrenamiento óptimos, seguridad, hotelería, comunicaciones y transportación para las 16 selecciones. Y por supuesto, tratamiento VIP para los dirigentes. Pero no recibirán un solo centavo. Y las selecciones deberán llevar todas sus estrellas a cambio de unos premios misérrimos, como aconteció en Chile. El público colombiano deberá llenar las tribunas y las taquillas irán a la federación del país. Conmebol, en cambio, se quedará con el premio gordo: el contrato de la televisión para todo el mundo.
Corinthians (habrá que recordarlo siempre), acaba de alzar la voz ante este sistema tiránico y abusivo. Anunció que, como están planteadas las cosas, no jugará la Copa Libertadores 2016. “Lo que la Libertadores paga a los clubes brasileños es una vergüenza. No tengo nada contra la Copa. Pero la remuneración podría ser mejor; en comparación, los premios son menores que los del torneo Estadual (Paulista). La Libertadores tiene costos muy altos, como los viajes y los hospedajes”, dijo Andrés Sánchez, superintendente de fútbol del Corinthians. “No es un boicot. No quiero jugar la Libertadores porque no rinde lo suficiente; si mejoran los premios, el Corinthians volverá a jugar”. Y también criticó a la Conmebol. “Allí no se conversa nada. ¿Quieres jugar? Bien. ¿No quieres? Vete. Por eso los clubes brasileños tienen que tomar una decisión. Corinthians lo hará”.
La Conmebol, por supuesto, hace silencio y mantiene las luces apagadas. Allí todo es oscuro.
(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.
