Corto titulado “Colegialas en venta en Japón” está subtitulado en español
Simon Ostrovsky, periodista del sitio web Vice News, viajó al popular barrio de Akihabara, Tokio, para sumergirse en el mundo de la explotación sexual de menores y plasmar su investigación en un documental titulado “Colegialas en venta en Japón”.
El periódico británico Daily Mail entrevista al reportero para que revele detalles de su trabajo.
Ostrovsky no tardó en descubrir en Japón la variedad de servicios que involucran a menores, como la “adivinación”, los masajes y el paseo con clientes (joshi-kosei osanpo o JK osanpo), una práctica que encubre la prostitución.
El reportero consiguió el testimonio de una mujer que se inició en el “JK business” cuando tenía 16 años. Su madre tenía problemas mentales y su vida familiar no era precisamente un ejemplo de armonía.
«Yo me sentía como si no perteneciera a ninguna parte. Cuando distribuía volantes (que promocionaban sus servicios) en Akihabara, podía olvidarme de mi vida cotidiana”, recuerda.
La testigo, que no revela su identidad por razones obvias, recuerda que cuando empezó tomaba las cosas con cierta ligereza. Más adelante, sin embargo, estas comenzaron a caldearse. Los JK pronto pasaron de ser simples paseos en la calle a encuentros sexuales. “Había cosas raras”, dice.
La mujer no tenía que vestirse para “trabajar”. En realidad, su uniforme de trabajo era su uniforme escolar, pues sus clientes preferían a chicas jóvenes, con faldas a cuadros y calcetines hasta las rodillas. Cultura Lolita.
“Lo extraño es que mucha gente mira la cultura japonesa y cree que todo esto son juegos de roles. Estas colegialas son reales. No están usando disfraces. Ellas están usando sus uniformes”, dice Ostrovsky.
A pesar de que existe un departamento de policía de varios pisos en la zona, el JK se realiza al aire libre, a vista de todos (y de la policía, sobre todo). “Todo el mundo sabe que está ahí, pero nadie hace nada al respecto», advierte.
Su equipo quiso filmar a las colegialas que distribuían volantes, pero un proxeneta les dijo que no podían hacerlo porque las chicas eran menores de edad. Triste ironía.
Ostrovsky visitó a una adolescente “adivinadora”. 3.000 yenes (24 dólares) por sentarse con una chica que con un diccionario de nacimientos en la mano te “lee” el destino. Cuando el reportero le preguntó qué le suelen pedir sus clientes, de qué quieren hablar, la menor respondió “cosas simples, cualquier cosa divertida”. Los hombres simplemente pagan para estar en compañía de una menor.
“Fue la cosa más incómoda que haya hecho. Tras estar sentado con ella entre siete y diez minutos, le dije al camarógrafo que ya no podía seguir haciéndolo porque era muy incómodo”, declara el reportero a Daily Mail.
Ostrovsky asistió a un show de una de las muchas bandas de colegialas que hay en Japón. Notó que el lugar estaba lleno de hombres de todas las edades, muchos de los cuales pagaban para ver a las niñas después del espectáculo y saludarlas personalmente.
Que hubiera chicos deseando conocer a chicas de su edad, normal, pero al periodista le llamó la atención que hubiera cuarentones y cincuentones ahí, y que además se sabían las letras de todas las canciones del grupo y las interpretaban con entusiasmo.
Esta sórdida cultura de adultos atraídos por colegialas en Japón comenzó a despegar en la década de 1990. “Las colegialas son un gran negocio en Japón”, afirma el periodista.
A juicio de Jake Adelstein, un periodista estadounidense con amplia experiencia en los bajos fondos de Japón, parte de la razón de que exista esta suerte de cultura Lolita se debe a que “la vida y las oportunidades de las mujeres son muy malas».
“La sociedad (japonesa) es una de las sociedades más misóginas y sexistas de un país desarrollado en el mundo. No me gustaría ser una mujer aquí”, añade.
Además, Japón ya no es la potencia económica de antaño. Adolescentes sin brújula ni futuro terminan ingresando a este mundo para ganarse la vida. Debido a que Japón tiene una cultura basada en la vergüenza, las jóvenes obligadas a ejercer la prostitución prefieren ocultarse y pasar hambre antes que pedir ayuda a familiares y amigos.
No todos en Japón, por supuesto, se cruzan de brazos ante la proliferación de los negocios JK. Yumeno Nito es una trabajadora social que patrulla las calles por la noche en busca de menores que necesitan ayuda. Ya ha rescatado a 100 chicas.
Durante el documental, se observa a la mujer atendiendo a una adolescente que no podía recordar la última vez que había disfrutado de una comida casera.
Cuando Yumeno era una menor sin rumbo, varios hombres intentaron reclutarla para que se prostituyera. Por fortuna se resistió, pero muchas amigas suyas se suicidaron o desaparecieron.
«Lamentablemente, el problema es que las chicas son acusadas de venderse a sí mismas. La mayoría de ellas han sufrido experiencias de aislamiento en el hogar o la escuela antes (de llegar al negocio)”.
“Este problema no se resolverá a menos que los adultos que compran y venden desaparezcan”, concluye. (International Press)
Documental completo: https://goo.gl/g5OZzD
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