Funassyi, la alocada mascota que ambiciona ser un símbolo de Japón

 

Revolucionaria pera tiene club de fans en Taiwán, Hong Kong, EEUU y Londres


Funassyi

María Roldán / EFE


Esponjosas, coloridas y «kawaii» (lindas), las mascotas niponas son un auténtico fenómeno de masas en Japón. Entre ellas destaca Funassyi, una alocada pera que está causando sensación por su carácter gamberro y frenética actividad.

No contenta con triunfar en el país asiático, la mascota no oficial de la ciudad de Funabashi, en la prefectura de Chiba, al este de Tokio, ha convocado a los medios extranjeros para desvelar sus ambiciones internacionales y establecerse como un símbolo de Japón.

Su imagen se estampa en productos como bebidas, bolígrafos, toallas o peluches, y los efectos económicos derivados de este fenómeno frutal han sido bautizados como «Funanomics» (en referencia a la estrategia económica promovida por el actual primer ministro nipón Shinzo Abe y popularmente conocida como «Abenomics»).


En el país asiático es común que empresas privadas y organismos públicos adopten mascotas para promocionar sus productos y fomentar el turismo.

Ciudades y pueblos de todo Japón han ideado llamativas criaturas inspirándose en la historia o en los alimentos típicos de la zona para fomentar el turismo. Funassyi es una de ellas.


Surgida de la imaginación de un ciudadano de Funabashi, su aspecto recuerda a un producto característico de la región, la pera («nashi» en japonés).

Hiperactiva y transgresora, el carácter animado y travieso de esta mascota amarilla, ataviada con un peto azul y una flor de girasol en la cabeza, choca con el comportamiento habitual de sus semejantes, generalmente sosegado y poco parlanchín.

Desde que «cayó de un peral» en marzo de 2012, como ella misma cuenta, la popularidad de esta pera asexuada no ha hecho más que crecer, gracias a su carácter gamberro y su influencia mediática.

Su fama le ha llevado a desfilar durante un evento en la semana de la moda de Nueva York y a visitar a Birdie, la mascota de una iniciativa medioambiental de la ciudad estadounidense.

Incluso la página web del Empire State Building inmortalizó el paso de Funassyi por el edificio, siempre saltando, agitándose y entonando su característico «Hyahhaaa!» a voz en grito.

La Gran Manzana no es la única que ha sentido los estragos del paso de esta revolucionaria pera. Hace unos meses, Funassyi viajó a Seattle donde participó en una «tomatina», una tradición muy española de la que disfrutó «mucho» a pesar del calor veraniego.

«Sé que España está llena de festivales peligrosos y quiero ir», aseguró en el Club de Corresponsales Extranjeros de Tokio la mascota, a quien le llama la atención «ese (festival) en el que se persigue a los toros».

No obstante, sus pasos la llevarán más lejos esta vez, a la Antártida, donde permanecerá hasta finales de mes.

Cada vez son más los seguidores de esta pera, que cuenta ya con clubes de fans en Taiwán, Hong Kong, Estados Unidos y Londres.

Funassyi espera que el suyo sea un ejemplo para el resto de sus congéneres para que la influencia de las mascotas pueda ayudar a las economías regionales del país asiático.

Entre sus sueños pendientes se encuentra portar la antorcha olímpica durante los Juegos Olímpicos que se celebrarán en Tokio en 2020, una iniciativa por la que estaría dispuesta a correr el riesgo de perder la flor de su cabeza a consecuencia de la llama.

 


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