Grupos relacionados con la secta Verdad Suprema aún son una amenaza para Japón

 

Fue responsable del atentado con gas sarín en el metro de Tokio en 1995


Metro de Tokio

La agencia de Inteligencia japonesa ha solicitado ampliar durante tres años el periodo de vigilancia especial para los dos grupos surgidos de la secta Aum Shinrikyo (Verdad Suprema), responsable del atentado con gas sarín en el metro de Tokio en 1995.


La Agencia de Inteligencia y Seguridad Pública ha presentado la solicitud ante un comité del Ministerio nipón de Justicia, informó la cadena pública NHK.

El actual periodo de vigilancia especial para ambos grupos, Aleph y Hikari no wa (Círculo de Luz), expira a finales del próximo mes de enero.

Tras el ataque con gas sarín en el suburbano de Tokio, el peor en la historia de Japón, que causó 13 muertos y unos 6.300 intoxicados, muchos de los cuales sufren a día de hoy secuelas, Aum Shinrikyo (Verdad Suprema) se cambió el nombre por Aleph.


En 2007 Aleph sufrió un cisma encabezado por el antiguo portavoz de la secta, Fumihiro Joyu, que bautizó al grupo escindido como Hikari no wa.

La agencia ha detallado ante el comité que los dos grupos poseen 32 instalaciones en 15 prefecturas de Japón y cuentan en el país con 1.650 seguidores, unos 150 más que hace tres años.


La institución defiende también que Aleph sigue reverenciando la figura de Shoko Asahara, fundador de Aum condenado a la pena capital tras los atentados, y que Hikari no wa, pese a negar la influencia de Asahara, aún pretende lograr los objetivos que este planteó.

De este modo, considera que las enseñanzas de ambas agrupaciones defienden asesinatos en masa, como el ataque del metro, y constituyen una amenaza.

La comisión tomará una decisión sobre la extensión del periodo de vigilancia especial tras escuchar a los representantes de los dos grupos.

Verdad Suprema nació en 1984 cuando Asahara, cuyo verdadero nombre es Chizuo Matsumoto, abrió un pequeño estudio de yoga en el céntrico barrio tokiota de Shibuya, donde comenzó a captar a miembros de la élite universitaria nipona.

La secta se transformó poco a poco en una poderosa organización con capacidad para producir agentes químicos y armas ligeras, y que llegó incluso a adquirir un helicóptero militar ruso.

Tras los atentados, los tribunales nipones han procesado a casi 200 miembros de Verdad Suprema, emitido cinco condenas de cadena perpetua y confirmado 13 penas de muerte, entre ellas la de Asahara, aunque por el momento no hubo ninguna ejecución. (EFE)

 


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