Escritor mexicano revela confesión que le hizo el Nobel japonés Kenzaburo Oe
El escritor mexicano Juan Villoro, que reúne cien artículos/cuentos en su último libro «¿Hay vida en la Tierra?», considera que la tecnología nos ha convertido «muchas veces en autistas de nuestra propia vida».
En la presentación de su obra, Villoro ha dicho que se trata de unos textos que vienen del periodismo, porque durante 16 años ha estado escribiendo columnas, con las que reivindica una suerte de «periodismo de tentación», que trata sobre cuestiones que aparentemente no es necesario leer.
Los artículos, añade Villoro, permiten «redescubrir con asombro lo ordinario» y más en los actuales tiempos de realidad virtual, redes sociales y universo digital en los que «muchas veces llevamos una existencia espectral en la que nos representamos a nosotros mismos con un avatar, un pin o una contraseña».
Cuando Villoro era pequeño la gran pregunta era si había vida en Marte, mientras que hoy «la verdadera pregunta, dice, es si hay vida en la Tierra» e ilustra su opinión con un ejemplo: «Conocí en un parque de Corea del Sur la existencia de un campamento de adolescentes que eran reeducados después de haberse convertido en autistas digitales y a los que se les enseñaba a untar un pan con mermelada o a atarse los cordones de los zapatos».
Los cien relatos de «¿Hay vida en la Tierra?» (Anagrama) surgen de recuperar lo ordinario y de muchas «irritaciones cotidianas» y ahí juega un papel primordial la ironía, que sirve para «entender algo desagradable para hacerlo por lo menos llevadero».
Villoro cree que sus artículos se sitúan en la tesitura de algunos escritores de la ironía, todos admirados por él, como Jorge Ibargüengoitia, Josep Pla, Álvaro Cunqueiro o entre los contemporáneos Juan José Millás.
Distingue una línea fronteriza entre su trabajo como novelista y como articulista: «Para mí, la novela es algo que escribes sin saber muy bien cuál será el destino, escribes para descubrir un camino que parcialmente ignoras y donde tienes que encontrar el verdadero camino; y en cambio, en la crónica estás trabajando con un material instantáneo, muchas veces vinculado al presente y que reclama una explicación inmediata».
Si el novelista es un excursionista, el cronista es un cazador de presas rápidas, resume.
Uno de los artículos revela una confesión del escritor japonés Kenzaburo Oe que le contó en una cena que su madre prefería a Tagore que a él, algo que arrancaba de no haber aprobado una historia de amor de su madre en Hiroshima.
Otro de los temas recurrentes en sus cuentos es el malentendido, recurso habitual de la escritura, como cuando viajaba en una avión de hélice con un matrimonio que aparentemente parecían narcotraficantes, y cuya mujer se acercó a Villoro pidiendo consejo espiritual al interpretar que era un cura, «pues iba vestido de negro y leyendo el libro ‘El día de todas las almas’ de Cees Nooteboom».
Muchas de las historias del libro provienen de los «cacharros» que utilizamos, «porque ahora la gente se ofende cuando no los aceptas como amigo en facebook o los bloqueas en twitter, y además la gente se enamora muchas veces a través de internet».
Sin embargo, el autor mexicano percibe que «la tecnología nos pone en contacto con formas atávicas de la relación, internet es como la fogata que reúne a la gente y el chat es la voz colectiva de una tribu virtual».
Del mismo modo, twitter ha representado la renovación de los aforismos, los epigramas o las greguerías, formas que estuvieron en boga hasta el siglo XVIII, aspectos positivos que conviven con defectos como «la falta de espacios de privacidad o el tráfico de información y de datos bancarios en la red». (EFE)
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