Autoridades creen que el líder de Verdad Suprema, Shoko Asahara, aún ejerce influencia
La Agencia de Inteligencia nipona ha registrado 22 instalaciones de grupos vinculados a la secta Verdad Suprema, responsable del atentado con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, para mantener o no un régimen de vigilancia especial sobre los mismos, informó la agencia Kyodo.
Las instalaciones pertenecían a Aleph, nombre con el que se refundó Verdad Suprema (en japonés «Aum Shinrikyo») en 2000, y al grupo escindido de la secta en 2007 bautizado como «Hikari no wa» (Circulo de luz).
Según los resultados de la investigación, se extenderá o no el periodo de vigilancia especial marcado por la ley nipona para ambos grupos a raíz del atentado de 1995.
El número de seguidores de Aleph se sitúa actualmente en unos 1.450, mientras que «Hikari no wa» cuenta con unos 200, según datos del organismo.
La Agencia de Seguridad e Inteligencia tiene la firme sospecha de que ambos grupos siguen aún bajo la influencia de Shoko Asahara, fundador de Verdad Suprema que actualmente aguarda en el corredor de la muerte junto a otros doce miembros del culto, por lo que es poco probable que se desestime el programa de seguimiento.
De momento, ninguna de las ejecuciones se ha producido porque están siendo procesados tres miembros de la secta detenidos recientemente y la ley japonesa establece que todas las sentencias de los cómplices del delito deben ser firmes antes de poder aplicarse la pena capital.
Asahara, cuyo verdadero nombre es Chizuo Matsumoto, fundó el grupo budista en 1984 y en poco tiempo captó a varios miembros de la elite universitaria nipona, lo que impulsó el crecimiento de la estructura económica y organizativa de la asociación.
En apenas una década, Aum se transformó en una organización con miles de miembros capaz de producir agentes químicos y armas ligeras.
En plena hora punta matutina del 20 de marzo de 1995 cinco miembros de la secta colocaron y perforaron dentro de sendos trenes varios fardos de gas sarín, muy nocivo para el sistema nervioso.
El ataque, el peor acto terrorista sufrido por Japón, causó la muerte de 13 personas y afectó a unas 6.300, muchas de las cuales sufren hoy graves secuelas físicas.
Aunque desde 1996 se han procesado a casi 200 miembros, los juicios han dejado muchos aspectos de la trama sin despejar, incluyendo la motivación de los atentados, en parte porque Asahara ofreció testimonios muy confusos antes de ser condenado a muerte definitivamente en 2006. (EFE)
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