Rosa Oshiro, es ovacionada tras interpretar una canción inédita del famosos compositor peruano Luis Molina.
Quienes asistieron al homenaje por el Día de la Madre en el nuevo restaurante El Puerto de Fussa no olvidarán esa tarde por dos cosas: la felicidad de estar en familia y con buenos amigos y la estremecedora interpretación que hizo la cantante Rosa Oshiro (56) de «Cabecita Blanca», un vals peruano inédito que se cantó por primera vez en un show en Japón.
Rosa, cantante aficionada que emigró a este país hace más de 20 años, fue la invitada del nuevo grupo criollo «Dimensión», que tiene como primera guitarra nada menos que al famoso Manuel Miyashiro, ex director y fundador del trío Los Morunos.
El show comenzó al promediar las 5 de la tarde cuando la voz de Antonio Oshiro (que no es familia con la cantante) entonó emblemáticos valses peruanos como «Madre» y «Cuando llora mi Guitarra».
Pese a ser aún la segunda presentación y con pocos ensayos, la calidad de músicos como Pedro Oshiro, hermano de Antonio, en la guitarra, Víctor Uechi en el bajo, el joven Yoshio Yano, de 22 años, en el cajón, y el experimentado Luky Castillo como invitado, hicieron que el grupo sonara de forma imponente.
Fue en ese momento, cuando aún pasaban y pasaban platos de Seco Combinado y Lomo Saltado, mientras madres, esposos, hijos y amigos levantaban sus copas para celebrar el día, cuando fue invitada al escenario la peruana Rosa Oshiro.
«Canté antes en público apoyando a algunas amigas, pero lo hacía con pistas de karaoke. Cuando habían peñas y me invitaban no me hacía de rogar y salía rapidito», declaró Rosa a International Press antes de su presentación.
Sin embargo, este show era distinto. Tendría tras ella a extraordinarios músicos y delante a un público que había llenado las mesas de El Puerto por curiosidad o porque la conocía.
«Canto por afición, nunca lo he hecho así. Esto será como mi debut», confesó.
A Rosa la habíamos visto y oído en algún video colgado en el Facebook y estábamos allí para escribir la historia de una mujer madura, ama de casa cariñosa y amiguera, que buscaba hacer realidad un sueño: cantar como sus ídolos, Eva Ayllón, una de las diosas de la música criolla peruana y la recordada bolerista, también peruana, Anamelba.
Luky Castillo, músico y gran cantante, que la había escuchado anteriormente, comentó: “Rosita tiene un vozarrón… canta”. Pero no imaginaba lo que iba a presenciar minutos después.
Rosa creció escuchando música criolla. Dice que en su casa, en Perú, vivía nada menos que dos Luis Molina, el compositor de El Tísico, un vals peruano muy popular que fue interpretado en su tiempo por Julio Jaramillo y llevado al bolero por el famoso Daniel Santos.
“Recuerdo a muchos cantantes (que iban a mi casa) y veía cómo ensayaban”, contó Rosa.
Madre de un hijo ya formado y abuela querida, Rosa Oshiro vio cómo su vida empezó a cambiar en el cumpleaños de su amiga Juanita, no hace mucho tiempo. Estaba en local Son Latino, en el mismo Fussa, cuando acompañada de unos amigos a la guitarra y el cajón, le dedicó unas canciones a la querida Juanita. Allí fue escuchada por Pedro Oshiro, gerente de El Puerto y fundador del grupo “Dimensión”.
“Pedro me pidió mi teléfono y me contactó con su hermano Antonio y conversamos”, siguió contando.
Su vida en Japón empezaba a tener sentido. Cuando el calendario marcó el 22 de abril, Rosa Oshiro ya ensayaba con el famoso primera guitarra, Manuel Miyashiro, y su nombre corría escrito en las invitaciones para la celebración por el Día de las Madres.
LA HISTORIA DE «CABECITA BLANCA»
Poco después de las 5 de la tarde del pasado domingo, sonó la guitarra de Don Manuel y el tiempo se detuvo. La interpretación de “Cabecita Blanca”, superó la frontera de lo emotivo y un escalofrío de satisfacción se apoderó de los asistentes.
Era una canción compuesta nada menos que por el mítico Luis Molina que nunca caló en el cancionero popular peruano, pero que cobró vida e historia en la familia de Rosa. “Nadie siquiera tarareaba esa canción, pero se hizo importante para mi. Me la aprendí y cada Día de la Madre, desde que tenía 12 años de edad, se la cantaba a mi mamá”, confesó.
Para esta ocasión, la letra de Molina, que durante casi cuatro décadas hizo parte de la intimidad de una familia, se convirtió de pronto en la canción de homenaje para las madres en Japón. Los arreglos musicales también serán parte de esa historia porque fueron hechos por don Manuel Miyashiro y Pedro Oshiro. El tema se convirtió en una hermosa pieza musical.
Al finalizar la canción, Rosa fue ovacionada por el público, mientras los músicos no se contuvieron y la aplaudieron con los brazos en alto. “En mis 22 años que llevo en Japón, nunca he escuchado interpretar de manera tan sentida nuestra música criolla”, dijo un emocionado Luky Castillo al tomar el micrófono para agradecer la intervención de la cantante.
Por supuesto, habrá cosas que mejorar y vendrán muchas horas de ensayo para superar los obstáculos que se presenten, pero el mensaje que ha dejado la experiencia de Rosa Oshiro qudará tal cual, como un eterno ejemplo para la vida: no renuncie a sus sueños jamás que, tarde o temprano, se cumplirán. (Luis Álvarez/ipcdigital)
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