9 cosas que revelan hasta qué punto ha hecho suyas las costumbres japonesas
Cuando un extranjero recién llega a Japón para establecerse muchas cosas le llaman la atención. Sobre todo si procede de Occidente. Sin embargo, poco a poco va acostumbrándose y lo que antes le parecía raro ahora le resulta normal. No solo eso. A veces, se amolda tanto al país que, de manera inconsciente, adopta costumbres japonesas.
El sitio web RocketNews24 ha publicado una lista de nueve cosas (en realidad diez, pero una vale solo para los hablantes de inglés) que le indican a un extranjero que ha pasado tanto tiempo en Japón que se comporta (casi) como un japonés:
1. Le desagrada la idea de meterse en una bañera sin ducharse
En Japón, la gente se ducha antes de meterse en una bañera, que no es un sitio para limpiarse el cuerpo, sino para disfrutar de un momento de relax. Por eso hay familias que comparten la misma agua de la bañera. Nadie se mete sucio en una.
2. Pide una mesa para no fumadores en un restaurante cuando no está en Japón
En Japón está creciendo el número de locales públicos que vetan el consumo de tabaco. Sin embargo, aún hay restaurantes u otro tipo de negocios que sí permiten fumar, motivo por el cual les preguntan a sus clientes si desean estar en una zona para fumadores o en una para no fumadores.
En varios países del mundo hace tiempo que está prohibido fumar en sitios públicos, así que entrar en un restaurante y pedir una mesa para no fumadores es extraño, pues todo el lugar es una zona libre de humo.
3. Le da un regalo a otro solo porque le dio uno antes
Dar regalos es uno de los hábitos más arraigados en la cultura japonesa (y no necesariamente entre parientes o amigos). Alguien se muda al apartamento contiguo al tuyo, te toca la puerta y te entrega un obsequio. Un compañero de trabajo regresa de unas breves vacaciones y te da un presente. Se considera de buena educación retribuir el gesto, con otro regalo, en algún momento en el futuro cercano.
4. Tiene regalos de “emergencia”
No es necesario que sea el cumpleaños de un ser querido, San Valentín o Navidad para comprar regalos en Japón. En un país en el que se regala con tanta frecuencia, siempre hay que tener uno (o más) de reserva. Por si acaso.
5. Hace una reverencia mientras habla por teléfono
Los japoneses se inclinan en señal de respeto hasta cuando hablan por teléfono. Sí, su interlocutor no puede verlo, pero forma parte del ADN de su lenguaje corporal. Al principio, a un extranjero le pueden parecer graciosas esas inclinaciones a alguien invisible, pero con el paso del tiempo y sin que se dé cuenta probablemente termine haciendo lo mismo.
6. Agita una mano delante de su rostro para decir «no»
Si uno mueve la mano delante de su cara (como un limpiaparabrisas) en Japón, la gente entenderá que está diciendo “no”. Sin embargo, en otros países podría prestarse para malentendidos (alguien podría interpretarlo como un gesto de mal olor).
7. Forma una V con los dedos mientras se toma una foto
De tanto ver a los japoneses extender los dedos índice y medio y separarlos, con la palma hacia fuera, para formar la V, su típico gesto de saludo cuando se toman una fotografía, un extranjero puede acabar “contagiándose” y haciendo lo mismo incluso fuera de Japón.
8. Tiene muchos paraguas en casa
Primer escenario: estás en una tienda de conveniencia en Japón y de repente comienza a llover. ¿Qué haces? Compras un paraguas (es barato) y te lo llevas a casa. Segundo escenario: estás en casa de un amigo y ocurre lo mismo: comienza a llover. Para que no te empapes tu amigo te presta un paraguas. Tercer escenario: está lloviendo, un amigo te visita y lleva su paraguas, pero luego deja de llover. El amigo se va, pero olvida su paraguas. Así las cosas, te acostumbras a tener muchos paraguas en casa.
9. Le molesta que la gente no se quite los zapatos
Al comienzo, es un fastidio para un extranjero descalzarse cada vez que entra a una casa en Japón. Después lo hace mecánicamente, impulsado por la fuerza de la costumbre. Al final, no concibe caminar por el interior de una vivienda con zapatos, tanto así que le desagrada profundamente la gente que lo visita y ensucia su casa con ese calzado que trae de la calle y que sabe Dios qué habrá pisado.
(ipcdigital)