Hasekura Tsunenaga encabezó misión diplomática por órdenes del señor de Sendai
Paula Escalada Medrano / EFE
El samurái japonés Hasekura Tsunenaga nunca logró el objetivo de su viaje, entablar una relación comercial con la Nueva España y El Vaticano, pero cuatro siglos después México y Japón buscan honrar el sueño de este viajero que inició los lazos bilaterales.
«Fue un hombre muy fuerte, que era muy sincero y que quería complementar su misión, tan difícil, pero la quería completar», dijo el monje Bunkei Kamata del Templo Zuiho-ji, en la ciudad de Sendai.
Kamata ha viajado a México con una comisión de esa localidad, la misma desde la que salió, el 28 de octubre de 1613, la misión diplomática que encabezó el samurái por órdenes del señor de Sendai, Masamune Date.
Acompañado del fraile franciscano Luis Sotelo, Hasekura dirigió una tripulación de unas 180 personas en el barco japonés «Date Maru», bautizado por los españoles como «San Juan Bautista», un galeón que se construyó en 45 días y que se convirtió en el más potente de la flota japonesa de la época.
«Estamos conmemorando (…) este acontecimiento y rezando por la paz», dijo a Efe el monje, quien confió en que los países puedan «trabajar juntos para (impulsar) nuestra amistad y también para la paz mundial».
Kumata acompaña al embajador de buena voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el Sen Genshitsu Daisosho, maestro del linaje Urasenke, uno de los más importantes en la práctica del rito del té, conocido como «kencha shiki».
El pasado jueves Daisosho ofreció un té en memoria de Hasekura y por la paz y la prosperidad de las relaciones entre México y Japón en el templo de San Francisco de la capital mexicana, donde hace cuatro siglos varios miembros de la tripulación japonesa fueron bautizados.
Un día después hizo lo propio en el puerto de Acapulco, a donde llegó el barco japonés el 25 de enero de 1614, tras un viaje de tres meses por el Océano Pacífico.
Allí permaneció la mayor parte de la tripulación y la restante recorrió por tierra varias ciudades – Chilpancingo, Iguala, Taxco, Cuernavaca, Ciudad de México, Puebla- hasta llegar a Veracruz, en el Golfo de México.
En el puerto de San Juan de Ulúa, el grupo encabezado por el samurái abordó en junio de ese año otra embarcación con rumbo a Sevilla (España), vía La Habana (Cuba).
Después de recorrer España, en Barcelona embarcaron de nuevo para recorrer el Mediterráneo rumbo a Italia, un viaje en el que hicieron escala en el sur de Francia hasta llegar a Roma.
El objetivo de la misión era lograr el consentimiento y el apoyo del rey español Felipe III y del sumo pontífice Paulo V para el establecimiento de un comercio directo y el envío de misioneros entre Japón y estas regiones.
Logró entrevistarse con ellos y les transmitió los deseos de Masamune Date, pero durante el tiempo que transcurrió su viaje todo en Japón había cambiado, hasta el punto de que se había prohibido el cristianismo y había comenzado el Sakoku, una época de aislamiento internacional, por lo que los acuerdos comerciales con Nueva España que se iban a establecer fueron negados.
Hasekura emprendió su viaje de retorno a Japón y en 1617 volvió a pasar por México, para zarpar en abril de 1618 rumbo a Manila y, finalmente, pisar de nuevo las tierras de Sendai en 1620, siete años después de haberse ido.
«No pudo realizar su misión de tener comercio directo en aquel momento. Pero lo que estamos celebrando es el viaje, estamos realizando el sueño que tenía esa misión», dijo a Efe Mio Otashiro, portavoz de la embajada de Japón en México, que ha organizado las actividades conmemorativas.
Lo que le ocurrió a Hasekura en los últimos años de su vida tras volver de su viaje «es desconocido», apunta Otashiro.
Hay quien dice que abandonó el cristianismo, o que fue martirizado por su fe (ya que él también se había bautizado en España) o incluso que continuó practicando el cristianismo en secreto hasta que murió en 1622.
Su cuerpo está enterrado en el templo budista de Enfukuji en Miyagi y su espíritu hoy está más vivo que nunca, pese a que murió sin ver cumplido su sueño.