Después de asesinar a cuatro personas y ser ejecutado en la horca en 1997 a pesar de su arrepentimiento público, Norio Nagayama es el símbolo de la lucha contra la pena de muerte todavía vigente en Japón.
Nacido en un ambiente de extrema pobreza y desamparo social, Nagayama cometió su crimen en 1968, cuanto tenía 19 años, y pasó tres décadas en el corredor de la muerte escribiendo novelas para concienciar a un país que mayoritariamente apoya la pena capital.
Su autobiografía «Lágrimas de ignorancia» (Muchi no namida), publicada en 1971, fue su primer éxito de ventas y en sus páginas el preso se arrepentía de los crímenes cometidos, además de criticar duramente la pena capital como forma de condena.
A pesar de su fama y reconocimiento como escritor, fue ahorcado una mañana de 1997 sin ser avisado previamente, tal y como dispone el código penal nipón.
Michie Ichihara es ahora su voz. Esta japonesa que visitó varias veces a Nagayama en la cárcel, explica que este caso «impactó» a la sociedad nipona, ya que sus libros fueron, y siguen siendo, «muy vendidos» en el país.
Ichihara indica que la juventud y la pobreza de Nagayama fueron las principales razones que le llevaron a cometer el crimen en 1968, por lo que se debería de haber buscado un castigo diferente a la pena de muerte.
«Los japoneses piensan que debemos eliminar a las minorías de nuestro país, que debemos acabar con los más desfavorecidos en vez de ayudarlos», manifiesta en una entrevista con Efe.
Tras leer varios de sus libros, Ichihara empezó a acudir a la cárcel a conocer a Nagayama y con el paso del tiempo se hicieron amigos, hasta el punto de que días antes de ser ejecutado, el preso le entregó varios objetos personales como borradores de algunas de sus novelas, fotos del juicio e imágenes de su juventud como regalo.
Estos objetos se pueden contemplar en una exposición que ella ha montado de manera permanente en su casa para concienciar sobre la necesidad de erradicar la pena de muerte del sistema nipón.
La muestra además se puede ver durante esta semana en la sede de la Unión Europea en Tokio como parte de unos actos organizados en contra de la pena capital.
«Pienso que a la pena de muerte le queda poco tiempo en Japón», expresa optimista Ichihara sobre un país en el que más del 85 % de la población apoya la pena de muerte, según un sondeo oficial de 2010.
Japón, que junto con Estados Unidos es la única nación industrializada y democrática que todavía aplica la pena capital, ejecuta en la horca a los condenados sin aviso previo y sin testigos.
A pesar del gran apoyo público, la pena capital es motivo de debate en Japón y en varias ocasiones las autoridades han impuesto moratorias como la de 1964, año en que se celebraron los Juegos Olímpicos de Tokio.
Precisamente, Ichihara cree que los Juegos de 2020 que se volverán a celebrarse en la capital nipona son una «buena oportunidad» para que Japón elimine la pena de muerte de su sistema legal.
Emocionada esta activista japonesa recuerda las últimas palabras que Nagayama le dijo: «si puedes, ven a verme de nuevo», algo que nunca ocurrió, ya que cuatro días después fue ejecutado. (Adrián Espallargas / EFE)