Unas 8.000 personas se manifestaron en Tokio contra las centrales atómicas
Ramón Abarca / EFE
Por segunda vez desde la crisis de Fukushima, Japón volvió el domingo a sumirse en un nuevo periodo de apagón nuclear cuando se empezó a desactivar, para una revisión rutinaria, el único reactor que se encontraba en funcionamiento en el país, el número 4 de la planta de Oi, después de que el pasado 3 de septiembre se hiciera lo mismo con el número 3 de esta central.
Se trata de los dos únicos reactores, de los 50 con los que contaba el país, que han continuado en activo tras la crisis de Fukushima de 2011 y su revisión rutinaria podría alargarse durante dos o tres meses.
Esta nueva situación de apagón nuclear se produce en un momento en el que el Gobierno se plantea, tras la aprobación el pasado julio de una nueva regulación de seguridad, la reactivación de algunos de los reactores que quedaron fuera de funcionamiento.
En total, una docena de ellos, incluidos los dos de la planta de Oi, esperan recibir la autorización bajo la nueva normativa de las autoridades niponas.
Además, el parón transitorio coincide con la polémica en torno a la situación de la accidentada central de Fukushima, que quedó gravemente dañada por un tsunami en marzo de 2011 y que todavía tiene muchos problemas para controlar las fugas de agua radiactiva.
Tras la crisis de Fukushima y debido a los temores entorno a la seguridad de las centrales nucleares, Japón decidió en mayo del año pasado dejar el suministro de este tipo de energía a cero por primera vez en 42 años.
Sin embargo, dos meses después, el 1 de julio, el Gobierno autorizó que la planta de Oi retomara sus operaciones para evitar apagones graves en la región de Kansai, la segunda más poblada del país.
Ningún otro reactor se ha puesto en marcha desde entonces aunque el actual Gobierno conservador, que llegó al poder el pasado diciembre, defiende volver a apostar por la energía nuclear.
Este paso divide todavía a los japoneses, por un lado traumatizados por las terribles consecuencias del accidente de Fukushima y por otro preocupados por el aumento de los costes energéticos del país.
Antes de la crisis desencadena por el accidente de Fukushima, el peor desde el de Chernóbil en 1986, los 50 reactores comerciales del país generaban un 30 % de la energía total de Japón.
Para poder garantizar la demanda energética en las grandes ciudades, como Tokio, cuya área metropolitana cuenta con más de 30 millones de habitantes, las eléctricas han potenciado el uso de las plantas térmicas, lo que ha aumentado el gasto en la importación de crudo y gas licuado.
El primer ministro, Shinzo Abe, ha dejado claro que la apuesta por la energía nuclear debe continuar como parte de sus esfuerzos para reactivar la adormecida economía nipona, muy dañada además tras la crisis de 2011.
Sin embargo, la oposición que muestran las encuestas a este tipo de energía, ha hecho que el Gobierno sea criticado por su actitud evasiva y poco clara a la hora de explicar cuántos reactores volverán a funcionar y qué papel tendrán en la decisión las comunidades cercanas a las plantas que se reactiven.
Este sábado unas 8.000 personas se manifestaron en Tokio contra la energía nuclear y la reactivación de las centrales, una protesta que fue encabezada por el premio Nobel de Literatura Kenzaburo Oe.
El novelista nipón aseguró que «es necesario seguir hablando de lo que ocurre en Fukushima a pesar de que todo el mundo hable de Tokio 2020» y defendió que se apueste por «un entorno en el que nuestros hijos puedan vivir sin miedo», informó la agencia Kyodo.
La complicada limpieza de la central de Fukushima, que se espera que dure décadas, sigue siendo un gran reto para la operadora de la central, Tokyo Electric Power (TEPCO), que reconoció este verano que se están vertiendo centenares de toneladas de agua radiactiva al mar desde el subsuelo de la planta.
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