El precario equilibrismo del primer ministro japonés
El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, decidió no visitar el jueves 15 el santuario de Yasukuni, que honra a 14 criminales de guerra japoneses. Sin embargo, ese mismo día, durante una ceremonia que conmemoró el 68 aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, Abe omitió referirse a los abusos que cometió el imperio japonés contra sus vecinos.
Esta actitud, aparentemente contradictoria, buscaría por un lado no agravar las deterioradas relaciones de su país con China y Corea del Sur y, por el otro, no ser percibido por sus partidarios como un líder débil que hace demasiadas concesiones, según Kyodo.
Abe rompió con una tradición que llevaba casi veinte años de primeros ministros japoneses que expresaban remordimientos por el daño causado por Japón en la guerra.
El gobernante japonés quiere mantener contento –o al menos no incordiar – a Estados Unidos, que busca que las tensiones no escalen en Asia. Al mismo tiempo, está empecinado en revisar la Constitución de su país, que surgió de las cenizas de un país derrotado, para adecuarla a los nuevos tiempos.
Un funcionario del gobierno le dijo a Kyodo que si bien Japón nunca eludirá su responsabilidad histórica, Abe prefirió centrarse en destacar a los japoneses que dieron su vida por el país en los campos de batalla.
El mensaje de Abe ha desconcertado incluso a sus propios aliados. Un legislador de Nuevo Komeito, miembro de la coalición gobernante, se preguntó con preocupación si el primer ministro verdaderamente desea tender puentes con China y Corea del Sur.
Abe prevé emitir un pronunciamiento oficial en 2015, cuando se cumplirán 70 años de la culminación de la Segunda Guerra Mundial. La declaración seguiría la línea de la publicada en 1995 por el entonces primer ministro Tomiichi Murayama, que a medio siglo del fin del conflicto bélico se disculpó por las atrocidades que perpetró Japón. No obstante, Abe –según Kyodo– no sería tan enfático en subrayar la responsabilidad de su país.