Este mes se cumplen 68 años de los bombardeos a Hiroshima y Nagasaki
Los supervivientes de los ataques atómicos a Hiroshima y Nagasaki están envejeciendo y muriendo. Sin embargo, el testimonio del horror que sufrieron no corre el riesgo de perderse gracias al esfuerzo de sus hijos por preservarlo y transmitirlo.
Michio Yoshida tiene 55 años y es escritor. Su padre, Kazuto, tiene 81 y se encontraba a unos tres kilómetros del sitio donde cayó la bomba atómica en Nagasaki el 9 de agosto de 1945. La explosión lo hizo volar por los aires, pero afortunadamente, aparte de un golpe en la parte inferior de la espalda, la tragedia no le dejó cicatrices ni efectos nocivos por la radiación.
Yoshida, el hijo, dirige una organización llamada Tokyo Hibaku Nisei no Kai, creada en abril de este año, que ha recopilado testimonios de supervivientes (hibakusha) en un trabajo que actualmente exhibe en la capital japonesa. El ente cuenta con aproximadamente 50 miembros, entre hijos y nietos de supervivientes.
Sin embargo, el ataque atómico no fue durante mucho tiempo tema de conversación entre padre e hijo. «Pensé que iba a ser difícil para mi hijo entender mi experiencia ya que pertenece a las generaciones que no saben nada acerca de la guerra», explica Kazuto a Yomiuri Shimbun.
Por su parte, Michio no mostraba mayor interés por la experiencia de su padre.
Cambió de actitud en 2004, cuando vio una película sobre la historia de una superviviente de la bomba atómica en Hiroshima que se siente culpable por seguir con vida mientras tanta gente a su alrededor ha muerto y se niega a ser feliz porque cree que no tiene derecho a serlo.
La película, titulada «Chichi to Kuraseba», conmovió hasta las lágrimas a Michio.
En 2005, padre e hijo por fin hablaron abiertamente sobre el tema. Kazuto llevó a Michio al lugar donde estaba cuando cayó la bomba y le contó todo. 60 años después.
Una encuesta llevada a cabo hace dos años por una organización que agrupa a supervivientes de Nagasaki reveló que un tercio aproximadamente no les habían transmitido a sus hijos sus experiencias.
¿La razón? Michio cree -según Yomiuri- que muchos supervivientes temen que si lo hacen estarían imponiéndoles una especie de deber a sus hijos, como forzándolos a hacer algo; por ende, prefieren evitarles esa carga.
No obstante, el escritor resaltó que los descendientes de los hibakusha tienen el poder para mantener y transmitir a las futuras generaciones su testimonio, para que este no se extinga.
Se calcula que hay entre 300.000 y 500.000 hijos de al menos un padre que sobrevivió a las bombas atómicas.