A veces la experiencia puede ser dolorosa para los hijos
No es infrecuente que niños nacidos o criados en Japón sirvan como intérpretes a sus padres extranjeros para situaciones de diversa índole. Hay casos, sin embargo, en que su encomiable labor puede acarrear consecuencias penosas.
Medint, una organización con sede en Kobe, ha publicado un libro titulado “Los niños que asumen el rol de intérpretes”, que narra la experiencia de chicos que acompañan a sus padres a las consultas médicas para oficiar como sus traductores.
La publicación da cuenta –informa Kyodo– del caso de una mujer vietnamita que llegó a Japón cuando tenía once años y cuyo padre murió cuando ella estudiaba en la preparatoria.
La adolescente tuvo la dolorosa tarea de explicarle a su familia en qué consistía la enfermedad que finalmente condujo a su papá a la muerte.»Me sentí como el dios de la muerte», recuerda la mujer.
Otro caso, tan penoso como el de la vietnamita o quizá peor, fue el de un niño que tuvo que avisarle a su familia de que su papá tenía cáncer.
No todas las historias tienen un final triste. Algunos niños, gratificados por haber apoyado a sus padres, aspiran a convertirse en intérpretes profesionales, revela Noriko Muramatsu, vocera de Medint, entrevistada por Kyodo.
No obstante, el riesgo de que un niño sea el intérprete de sus padres en una consulta médica no solo está asociado a la enorme carga emocional que el pequeño tiene que soportar al comunicar noticias trágicas, sino también a que la traducción en el ámbito médico requiere ciertos conocimientos, de lo contrario podría ser deficiente.
Lamentablemente, el campo de la interpretación médica no es fecundo en términos económicos. Por ello, hay poca gente que se interesa en ella. Para compensar dicha escasez, existen grupos de voluntarios que brindan servicios de interpretación médica ad honorem.