Jorge Barraza: “La estética prevalece siempre”

Jorge Barraza


Jorge Barraza

Por Jorge Barraza*


Zinedine Zidane apenas marcó 151 goles en 18 años de carrera; ganó muchos menos títulos que decenas de otros futbolistas, sin embargo permanecerá siempre en el cofre de nuestros mejores recuerdos de hincha. Su elegancia, su clase magistral, el toque distinguido, la maniobra genial, la técnica en su máxima expresión.

Lo mismo Beckenbauer. Posiblemente hubo zagueros más tenaces y fuertes, más difíciles de superar; pese a ello, Franz está en el pináculo de la consideración. Sus arranques desde el fondo con cabeza levantada, eludiendo adversarios, ignorándolos casi, la bola al pie sin mirarla, siempre dócil y obediente, deslizándose sobre el césped como en patines y liderando otro avance de Alemania o del Bayern… Adelante estaba esa fiera humana y peluda llamada Gerd Müller; él se internaría en el bosque del área, lucharía cuerpo a cuerpo contra la defensa y la metería adentro, pero todos rebobinábamos la película y nos quedábamos con Beckenbauer.

Es la fuerza arrasadora de la estética. Semeja entrar al Louvre y contemplar La Gioconda, La Libertad guiando al pueblo… La Piedad en el Vaticano, la prosa de Borges, los canales de Venecia, las letras de tango y todas las manifestaciones de la belleza humana.


En la misma línea de Zidane o Beckenbauer se ubica Pep Guardiola, el creador del Barcelona de la historia, esa inimitable máquina de jugar fútbol hermosamente eficiente. Salvo Menotti o Telé Santana, abanderados del fútbol-arte, nunca se había buscado con tanto afán a un entrenador de fútbol para que impusiera su estilo a un club como ahora a Guardiola. Pero jamás la figura del entrenador había alcanzado los ribetes estelares de Guardiola. Siempre se buscó quien garantizara triunfos o aquel quien impusiera disciplina. Con él se busca mucho más que eso: un ideal, unir al triunfo la belleza.

Varias de las más grandes instituciones futbolísticas del mundo pugnaron por conseguir el concurso de Guardiola. Bayern Munich lo ha logrado y ya sus hinchas, directivos y jugadores están felices. La TV germana, las empresas relacionadas con el deporte, el periodismo, todos están en un estado de alegre efervescencia. Hasta los rivales muestran un insólito entusiasmo por lo que consideran será un salto notable de calidad del campeonato local. La aparentemente imperturbable Alemania está revolucionada por el acuerdo de tres años alcanzado con el técnico catalán. Es como que Nicole Kidman te diga “sí”. Que Naomi Watts te mande un mensajito de texto diciendo “amor, tengo ganas de verte”.


Los 17 millones de euros por año que el club bávaro pagará a Guardiola constituyen el máximo salario de la historia para un protagonista del fútbol. Y cabe resaltar que los alemanes no son tontos ni desprendidos (¡mucho menos…!). Y saben lo que hacen: el Bayern Munich está gestionado por exjugadores. Uli Hoeness preside el club y Karl-Heinz Rumennigge la sociedad anónima que gerencia el fútbol de la entidad.

El Bayern es un uno de los clubes más exitosos del planeta. Está claro que no buscan solamente ganar, persiguen el triunfo a través de la estética, quieren crear una escuela de fútbol bien jugado, desean sentir el orgullo de ganar dando espectáculo, que es lo que promete la figura de Guardiola, su pensamiento. Y además, la caballerosidad, el señorío, el deportivismo que inspira Pep. Todo eso que ha sentido el barcelonismo en los últimos años.

De cómo la capacidad excepcional, el carisma y buen gusto de un entrenador harán que todo el mundo del fútbol desvíe la mirada y pose sus ojos en la Liga Alemana, sólo lo puede Guardiola. La siempre segundona Bundesliga será ahora el epicentro del universo futbolístico, acaso por encima de la Inglesa y la Española, y el Bayern cosechará millones de nuevos simpatizantes (este cronista, uno de ellos). Le lloverán nuevos contratos de patrocinio. De hecho, una nube de cronistas, fotógrafos y camarógrafos alemanes obstruye por estas horas las calles de Santpedor, en Cataluña, el pueblo de donde es oriundo Pep, para narrar la historia de su vida.

Luego, si el genial estratega logra hacer del Bayern un ballet semejante al Barsa, son cinco centavos aparte. Con seguridad le mejorará el juego, lo hará más agradable y seguramente más confiable. Él ha conseguido, como nadie, combinar la agresividad de la presión con la utilidad de la posesión. Desde luego, no tendrá en Munich a un mariscal como Xavi ni a un monstruo del gol como Messi. Tampoco el cerebro de Iniesta ni la marca implacable de Puyol ni el sobrio e inteligente despliegue de Busquets. Con un agravante: Guardiola no es un iluminado fichando. Se ha equivocado bastante feo en el Barsa en ese rubro. 

De todos modos, se las arreglará bien. Debe haber estudiado concienzudamente el terreno a pisar. Desde su entorno cuentan que hace dos meses está aprendiendo alemán y lo tendrá bastante afianzado de aquí a junio. Además habla perfecto inglés. La comunicación no será un problema. Y además Bayern tiene un magnífico plantel, que es la base de la joven y prometedora Selección Alemana: Schweinsteiger, Lahm, Kroos, Thomas Müller, Badstuber, Mario Gómez, Neuer… Y están Ribery, Javi Martínez, el austríaco Alaba (atención con él). Le falta el gran conductor que lo haga explotar en toda su dimensión.

Juntos emprenden una maravillosa aventura que merece todo el éxito. El fútbol alemán, potente, práctico, a menudo tosco, probará si puede alcanzar el brillo de otras ligas. Guardiola querrá saber si es capaz de edificar otro monumento al fútbol como hizo en Barcelona. Los hinchas del mundo ya nos frotamos las manos.

*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.


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