Próximo gobernante deberá lidiar con la desaceleración económica y la caída de la demanda
Javier Picazo Feliú / EFE
El primer ministro que Japón elija en diciembre deberá asumir los retos de enderezar la economía del país, al borde de la recesión, definir su modelo energético y apurar la reconstrucción de las zonas devastadas por el tsunami de 2011.
Las elecciones del 16 de diciembre concluirán de forma anticipada tres años de legislatura del Partido Democrático (PD), marcados por el devastador terremoto y tsunami de 2011 y la crisis nuclear en Fukushima, la peor tragedia vivida en el archipiélago desde la II Guerra Mundial.
En el último año, bajo la batuta de Yoshihiko Noda, Japón se ha visto obligado a lidiar con otros lastres como la desaceleración económica global, la caída de la demanda y las exportaciones y la persistente fortaleza del yen, que han llevado al país al filo de la recesión.
En el trimestre de julio a septiembre la economía sufrió una contracción del 3,5 % interanual, la mayor desde la caída del 8 % registrada entre enero y marzo de 2011 en un Japón hundido, por aquel entonces, por la tragedia del tsunami.
El primer ministro Noda, de 55 años y que aspira a renovar en las urnas su mandato tras poco más de un año en el poder, ha apostado por apretar el cinturón fiscal del país, con medidas impopulares para combatir la deflación crónica y la abultada deuda pública, la mayor de un país industrializado al superar el doble del PIB.
La más polémica de sus medidas, criticada por la oposición y aplaudida por el Fondo Monetario Internacional, ha sido una reforma impositiva aprobada en agosto que implica un aumento paulatino del IVA del 5 al 10 % para 2015.
El primer ministro, que en el pasado ocupó el cargo de titular de Finanzas y que ha definido su propio liderazgo como «un ascenso a una montaña», ha instado a los nipones a votarle para avanzar en la lucha por enderezar las finanzas de la tercera economía mundial.
En la bicefalia política que impera en Japón, el otro rincón en el cuadrilátero electoral lo ocupa Shinzo Abe, líder del opositor Partido Liberal Demócrata (PLD) y primer ministro entre 2006 y 2007, que se ha fijado el objetivo de impulsar un programa más agresivo de flexibilización monetaria.
Para ello, baraja la posibilidad de revisar la ley que regula al Banco de Japón para permitir que compre directamente deuda pública, lo que ya ha sido criticado por quienes lo ven como una forma de inmiscuirse en la independencia del emisor y de fomentar el déficit.
El primer ministro que salga de las urnas el 16 de diciembre deberá también afrontar la difícil situación energética en el archipiélago, después de que la crisis nuclear de Fukushima haya llevado a paralizar 48 de los 50 reactores nucleares del país.
Noda defiende el abandono de la energía nuclear para la década de 2030 pese a la oposición y escepticismo de buena parte de la industria, que recuerda que la actual paralización de las plantas ya ha pasado una seria factura a la balanza comercial.
De hecho, entre abril y septiembre Japón sufrió un déficit comercial histórico azuzado en parte por el incremento en la compra de hidrocarburos como el gas natural licuado (+24,3 % interanual) o el petróleo (+8,3 %), necesarios para aumentar el ritmo de las plantas térmicas en sustitución de las nucleares.
Por su parte, el PLD de Shinzo Abe ya ha anunciado que no cierra las puertas a retomar la energía nuclear y se ha comprometido a tomar una decisión meditada en los próximos tres años.
La otra carta que puede decantar las elecciones, en las que se elegirá al séptimo primer ministro de los últimos seis años, es la necesidad de impulsar las labores para la reconstrucción del noreste del país.
Este asunto ya costó el puesto al antecesor de Noda en el poder, Naoto Kan, que dimitió por las críticas a su gestión de la crisis de 2011.
En los primeros meses tras la tragedia, los trabajos en las zonas devastadas incrementaron la demanda interna, pero un año y nueve meses después los efectos de la inversión estatal comienzan a disiparse.