Sobreviviente del bombardeo atómico de Nagasaki critica que Japón haya priorizado la prosperidad económica
Jinei Shimabukuro tiene 90 años. Sobrevivió a la bomba atómica, pero sus padres y su hermano menor murieron en la Batalla de Okinawa, su tierra natal.
Tenía 23 años y servía en el ejército su país cuando el 9 de agosto de 1945 la bomba «Fat Man» cayó sobre Nagasaki.
Shimabukuro comparte sus recuerdos de guerra con Mainichi Shimbun. Tuvo la penosa tarea de recoger los cadáveres. Los cuerpos estaban tan quemados e hinchados que no podía distinguir su sexo. Estaban esparcidos por todas partes. El hedor era insoportable. «Esto es el infierno», pensó mientras trabajaba con una toalla húmeda cubriéndole la nariz.
Cuando retornó a Okinawa en octubre de 1946 descubrió que solo su hermano mayor había sobrevivido a la guerra. Con él reconstruyó su vida, dedicándose al cultivo de la caña de azúcar.
Actualmente, Shimabukuro vive en la ciudad de Itoman, y tiene cuatro hijos, doce nietos y seis bisnietos. Por fortuna, no ha desarrollado ninguna enfermedad relacionada con el bombardeo atómico.
El accidente nuclear en Fukushima le ha recordado la tragedia de la que fue testigo y víctima. Tras ver imágenes de la central Fukushima Daiichi en ruinas, junto con un periodista de Mainichi, enfatiza: «Esto es el resultado de poner siempre la prosperidad económica en primer lugar”.
“No necesitamos ser ricos», añade con firmeza. «Lo más importante es vivir con seguridad y en paz. Japón debería haber aprendido de la guerra», finaliza.
Be the first to comment