¿Sin mentiras seríamos más felices? por Javier Arévalo

Javier Arévalo

Mentimos, a veces, porque amamos a alguien a quien quisiéramos ver siempre feliz.

Entre las grandes fantasías que los seres humanos hemos creado como ambiciones colectivas que podrían hacernos más felices están la capacidad de volar, ser invisibles, leer la mente y que no exista la mentira; todas ellas siguen siendo quimeras, vanas ilusiones, pero quizá una de ellas pronto sea realidad.


Alguien me dirá que ya volamos, sí, pero con aparatos. Nadie aún dice en casa, “bueno querida, vengo a las seis” y se lanza por la ventana para trasladarse por los aires a la oficina. Los griegos inventaron el casco de Hades, que hacía invisible a quien lo llevara. Lo usó Perseo para matar a Medusa sin que fuera visto por las mortales gorgonas. Pero nadie aún ha logrado esta facultad que muchos quisieran para sí, sobre todo los delincuentes, cuando son atrapados infraganti.

Casi todos hemos visto a ilusionistas “comunicarse” mentalmente con sus colaboradores para adivinar lo que un miembro del público está pensando o qué numero figura en su permiso de conducir. Todos son trucos, por supuesto.  Mi tía decía de estos mentalistas: “si pueden leer la mente o el futuro, por qué no lo usan para ganarse la lotería de modo que no tengan que trabajar haciendo de payasos en la televisión”.

Hace poco vi en internet a un hombre sentado con un equipo complejo, con un casco en la cabeza; este era un escáner capaz de registrar los sutiles procesos electromagnéticos de su cerebro. Al otro lado estaba Asimo, un robot. El escaneo del cerebro podía detectar cuatro órdenes: mover la mano izquierda, la derecha, los dos pies o la boca. El robot se movía a las órdenes del hombre conectado al casco: magia tecnológica, ciencia e imaginación construyendo el futuro.


Yo imagino millones de aplicaciones valiosas para la humanidad; por supuesto, también imagino los problemas. Que alguien conozca no solo lo que digo sino lo que pienso, destruiría mi posibilidad de mentir. ¿Eso me haría mejor persona?

Paradójicamente,  creo que sería un infierno. No le rompes el corazón a tu hijo de cuatro años diciéndole que él no es un superhéroe y que su capa es una toalla, o a tu madre contándole que el padre de tu esposo hace un lomo saltado mejor que el que ella ha hecho toda la vida y que es su orgullo de cocinera.

Mentimos, a veces, porque amamos a alguien a quien quisiéramos ver siempre feliz. Leer la mente de la gente neutralizaría la capacidad de mentir ¿pero de verdad nos haría felices saber todo lo que piensan de nosotros? ¿Se atrevería usted, en el futuro, a compartir cascos de lectura de mente con su pareja?  No ¿verdad?


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