Nos entregan como tarea el aprendizaje del idioma japonés y el máximo esfuerzo en la educación de nuestros hijos, cosas que debemos cumplir y desarrollar con excelencia.
Las nuevas directrices del Gobierno para cuidar de los nikkeis latinos han dado en el clavo al aprovechar la circunstancia para reconocer que su sistema social y administrativo no estaba “completo” para acogerlos como parte de la sociedad japonesa.
Y va más allá al pedir la “adopción de medidas bajo responsabilidad del Estado para que los nikkeis no sean excluidos de la sociedad”.
Estamos ante una declaración política que el Gobierno central ha tardado mucho en pronunciar, pero que a su favor tiene el excelente trabajo que se ha realizado hasta hoy en los municipios del país.
Uno se pregunta cómo el sistema japonés no ha podido hasta ahora cubrir las necesidades de los nikkeis con semejante red de ventanillas de consulta, traductores, nutrida agenda de intercambio, fiestas internacionales por doquier, asambleas de extranjeros y oficinas para nikkeis funcionando desde hace años.
Será porque en todo este esfuerzo y gasto realizado por los gobiernos locales faltaba el real compromiso y responsabilidad del Gobierno central.
Tenemos fe en que muchas cosas mejorarán en la vida de los inmigrantes latinos si esta unificación de todo el aparato administrativo del país funciona.
Yendo al espíritu de las nuevas directrices nos parece que pese a todo hay que estar alerta contra todo intento de ir en contra de la línea fundamental que proponen y que es la inclusión social.
Nos entregan como tarea el aprendizaje del idioma japonés y el máximo esfuerzo en la educación de nuestros hijos, cosas que debemos cumplir y desarrollar con excelencia.
Se supone que las condiciones de estudio del japonés entre los adultos mejorarán sustancialmente porque las directrices plantean medidas para revisar el currículo de enseñanza, incentivos para el estudio y pide al empleador y a las instituciones industriales pensar cómo van a apoyar.
Este enfoque tiene que ser realista porque se asume que quien quiere estudiar no necesita de leyes ni directrices. Lo hace y punto. De lo que se trata es de motivar y promocionar los programas de nihongo entre quienes por algún motivo tienen dificultades para ir a clases o estudiar por su cuenta y que, por lo visto, son la mayoría.
El tema de la educación de nuestros hijos y la mejora de su nivel de escritura y lectura en japonés tiene gran parte de la tarea hecha con la implementación del proyecto Arco Iris que financia a instituciones como la NPO AJAPE.
Allí acuden nuestros chicos a revisar las tareas del colegio japonés, a ampliar sus conocimientos de kanji e incluso para mejorar su idioma materno.
Pero pensamos que aún hace falta que los padres de familia asuman un papel más activo en este aspecto. Una investigadora japonesa nos dijo alguna vez que consideraba que todos los chicos hijos de inmigrantes deberían pasar por una academia de nivelación para hacer las tareas y mejorar el kanji.
Y es lógico porque si en casa ni papá ni mamá saben leer ni hablar el japonés qué nivel de asistencia escolar pueden estar dando a sus hijos. Si no mejoramos radicalmente este aspecto estamos poniendo en serio riesgo el futuro de los chicos y alimentando su frustración actual.
Felizmente, con los programas implementados en la actualidad ya no estamos solos en esta tarea.
Ahora, yendo al espíritu de las nuevas directrices nos parece que pese a todo hay que estar alerta contra todo intento de ir en contra de la línea fundamental que proponen y que es la inclusión social.
Tememos que el Ministerio de Justicia y su Oficina de Inmigración metan la pata despertando xenofobia y discriminación contra los extranjeros.
Tememos aún que los políticos usen las debilidades de los inmigrantes para buscar votos de su electorado. Tememos aún que la sociedad japonesa no entienda que la inclusión social no significa absorber la cultura del inmigrante sino de respetar su diferencia.
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