Trabajadores extranjeros en Japón: para algunos, son “tesoros”; otros temen que “ensucien” la ciudad

Shinichiro Tsukada dice que su pequeña compañía de construcción en Tokio no podría sobrevivir sin los 22 trabajadores chinos y vietnamitas que componen la mitad de su nómina


«Son tesoros, verdaderos tesoros», declara a Asahi refiriéndose a sus empleados extranjeros. «Los trabajadores (japoneses) están desapareciendo a medida que nuestra población envejece. Los edificios no se pueden construir porque no hay suficientes trabajadores… No tenemos más opción que permitir que (los extranjeros) ingresen al país», añade.

Un caso similar es el de Shouji Sawaura, que tiene un negocio agrícola en la prefectura de Gunma, donde cultiva espinacas y col, entre otros productos. No consigue suficientes trabajadores japoneses. Sin sus 24 empleados de Tailandia y Vietnam no podría seguir adelante.

La población de Japón envejece y disminuye. El país sufre una aguda escasez de mano de obra y necesita brazos extranjeros.


«Estamos llegando a un punto en el que si no empezamos a pensar en la inmigración, entonces el futuro de Japón estará en peligro», dice Toshihiro Menju, director general del Centro Japonés de Intercambio Internacional.

Por ello, el gobierno prevé crear nuevas categorías de permisos de trabajo de cinco años para extranjeros con el foco puesto en cinco ámbitos: agricultura, construcción, hoteles, cuidado de ancianos y construcción naval.

Japón, poco a poco, se está abriendo a los extranjeros. Sin embargo, la inmigración aún es un tema delicado en el país asiático.


Aunque la actitud de la gente está cambiando, existe una preocupación generalizada de que la afluencia de extranjeros perturbe el orden social, aumente la competencia laboral y debilite las tradiciones, advierte Asahi.

El diario japonés recoge opiniones como la de Hiroki Kojima, un hombre de 28 que trabaja en la industria de la tecnología de la información: «Creo que continuaremos necesitando trabajadores extranjeros, pero la palabra ‘inmigración’ me pone inquieto porque las cosas buenas de Japón, como la seguridad pública, podrían deteriorarse».


Yuki, una mujer en la cuarentena que reside en Tokio, opina: «La imagen que tengo es que (los extranjeros) pueden ensuciar la ciudad, como hacer grafitis o tirar la basura. Si estuvieran haciendo un trabajo más altamente calificado que mejorara la economía de Japón, estaría a favor de eso. Pero me preocupa traer obreros».

El periodista Masashi Kawai sostiene: «La aceptación de un gran número de inmigrantes en los países europeos ha provocado ataques terroristas, disturbios y movimientos antiinmigración. Una aceptación sin principios de los extranjeros creará una división social en Japón también».

Incluso aquellos que dependen de los extranjeros para mantener sus negocios, como Shouji Sawaura, tienen ciertos reparos con respecto a su presencia en Japón.

Sawaura está en contra de permitir que los trabajadores extranjeros no calificados entren al país indefinidamente con sus familias, pero no por un posible deterioro de la seguridad pública, algo que no ha ocurrido donde vive.

A él le preocupa que si la economía japonesa se desploma o entra en recesión, los trabajadores extranjeros no calificados no puedan mantener a sus familias, y que eso aumente la presión sobre los servicios sociales de Japón.

Sawaura pone el ejemplo de los nikkei brasileños, muchos de los cuales perdieron sus empleos y tuvieron que retornar a su país tras la crisis financiera global de 2008.

El japonés cree que solo los extranjeros altamente calificados deben poder quedarse en el país indefinidamente.

El número de trabajadores extranjeros en Japón ha aumentado a 1,28 millones, aproximadamente el 1 % de la población, más que duplicando los 486.000 registrados en 2008.

EL IDIOMA, FACTOR CLAVE

Discusiones aparte, el idioma es fundamental.

Japón recién está comenzando a despertar a la necesidad de integrar a los extranjeros a la sociedad, con el idioma como uno de los mayores obstáculos, subraya Keizo Yamawaki, experto en inmigración.

Obstáculo que ha superado la filipina Connie Santiago, que trabaja en un asilo en Tokio. «Si no sé japonés, ni siquiera me comunico con mis compañeros de trabajo, con mis pacientes, con mi jefe», declara a Asahi.

Por su parte, el chino Wang Jinbao dice que aprender la lengua japonesa le ha ayudado a encajar en Japón. Lleva seis años trabajando en la empresa de construcción de Shinichiro Tsukada. Le gustan la seguridad y la limpieza de Japón, y gana el doble de dinero que en China. Todo bien con él, pero le gustaría poder vivir con su familia en Japón. (International Press)

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