Final desangelada, campeón discreto. Por Jorge Barraza

Bale, Gabi y Felipe Luis en la jugada de la final de Champions. EFE

Mucha proeza para ninguna recompensa. Una porción gigante del fútbol mundial estaba volcado hacia el cuadro colchonero, simpatía que reflejaba sus méritos…

 


Jorge Barraza
Jorge Barraza

El dramatismo, el casi fatalismo de los penales, le dio la undécima Copa de Europa al Real Madrid. Después del 1 a 1 en los 120 minutos, su infalibilidad desde los doce pasos le permitió una vez más coronarse y, nuevamente, amargar a su adversario de toda la vida. La gloria (¿hubo en verdad gloria en esta final…?) se vistió de blanco. Con poquito, con moneditas, el Real Madrid vuelve a inscribir su nombre en lo más alto y de paso salva una temporada que caía al barranco. La rescató en el último partido, pero con premio grande: la Champions. La que quieren todos los grandes del Viejo Continente.

El Atlético, que jugó con personalidad y fue futbolísticamente mejor, se quedó una vez más sin nada, vacío, después de una campaña brillante en la que le tocó enfrentar -y eliminar- nada menos que al Barcelona y al Bayern Munich. Mucha proeza para ninguna recompensa. Una porción gigante del fútbol mundial estaba volcado hacia el cuadro colchonero, simpatía que reflejaba sus méritos. Pero una vez más se estrelló contra ese destino que le niega las grandes alegrías.

El palo rebotó el disparo de Juanfrán y ahí se vio que moría su ilusión. Quedaba un solo remate, de Cristiano Ronaldo, que siempre se anota quinto para quedarse con la gloria del triunfo. Y Cristiano en los penales clave suele no fallar. Le vino de perlas ese último tiro al portugués. Había sido prácticamente nulo en el juego, ahora será portada de todos los medios del mundo. ¡El héroe de la noche…! Aparte, el fenomenal arquero esloveno Jan Oblak es notable tapando durante el partido, en los penales parece tener menos reflejos o eficacia. Se vio que si le tiraban cien, le metían los cien.


¿Qué no la merecía el Madrid…? Dentro de veinte años nadie se acordará de los merecimientos. Mirarán la estadística y en la chapa grande dirá Real Madrid campeón. Ahora se ve cuán conveniente son esos sorteos hermosos que históricamente le tocan al club de Bernabéu. Shakthar, Malmöe, Roma, Wolfsburgo, Manchester City… Mediocres unos, inofensivos otros. Un camino de terciopelo ideal para llegar a la final. Luego, en la final ya se verá… Y se vio. Sin ser mejor se quedó con la chica más bonita. Por eso nunca nos gustó el sistema de sortear fase por fase. Lo mejor es que se decida por mérito deportivo.

 

Bale, Gabi y Felipe Luis en la jugada de la final de Champions. EFE
Bale, Gabi y Felipe Luis en la jugada de la final de Champions. EFE

 


Una final desangelada, desteñida, aunque tensa como toda definición, abundante en nervios e imprecisiones. Nadie la recordará por la belleza del juego. Cabe aclarar que el Atlético y el Madrid son dos clubes y dos parcialidades que comparten una concepción futbolística por encima de todo: ganar como único objetivo. Van directo al resultado. Agradar al público no es una prioridad. No obstante, el madridismo logró instalar en lo previo que el Atlético es el chico malo, que busca ganar de cualquier modo, que se trata de un equipo picapiedra y pegador. Sí pone más énfasis en lo defensivo, pero la realidad es que no se diferencian prácticamente en nada. Por el contrario, maneja mejor la pelota en el medio el cuadro colchonero. Y si se habla de pegar, el Madrid tiene a Pepe y Sergio Ramos…

Comenzó mejor el Real, más decidido y convencido de alcanzar la victoria, aunque sin jugadas claras. Atlético no mostraba lo que tanto ha declamado: la actitud por encima de todo, la presión asfixiante sobre la pelota cuando la tiene el rival. Dejaba hacer. Y el Madrid hacía. Igual, sus dos mejores llegadas fueron por error del árbitro inglés Mark Clattenburg. Primero dio tiro libre por una falta que no había sido, de Gabi a Bale, el mismo Bale cobró y por un milagro de Oblak no fue gol de Casemiro. Luego llegó el gol de Ramos, en evidente posición adelantada. Ganaba el Madrid sin hacer demasiado, pero siendo superior a su clásico adversario justamente por una mejor actitud para encarar el compromiso. Esa mejor imagen duró 25 minutos. Gabi capitaneó la levantada rojiblanca y con mucho toque de pelota, con paciencia, se hizo de la pelota, logró dominar las acciones y acercarse a ese gran portero que es Keylor Navas.


Quedaba un solo remate, de Cristiano Ronaldo, que siempre se anota quinto para quedarse con la gloria del triunfo. Y Cristiano en los penales clave suele no fallar….

Todos los entrenadores se equivocan. Simeone tiene la fama de estudiar hasta el más mínimo detalle, pero arrancó con Augusto Fernández (le quedó grande el partido) y dejó en el banco al belga-español Yannick Carrasco. Regaló un tiempo. La entrada de Carrasco fue una inyección revitalizadora, y el mismo extremo zurdo igualó el marcador cuando ya se agotaban las fuerzas y las ilusiones atleticanas. ¡Cómo es el fútbol…! Segundos antes el Madrid había dispuesto de dos preciosas ocasiones para rematar el resultado, ambas en los pies de Cristiano, y le taparon el disparo.

A partir del 1 a 1 el Atlético fue más futbolística y anímicamente, lucía entero y dominador, como para remacharlo en alguna escapada de Carrasco o en combinación de este con Griezmann, que tuvo la ocasión de un penal y tiró al travesaño. No obstante, muy bien el francés. Pero el Atlético pareció jugar con diez: Torres fue como alinear a un poste en el centro del ataque.

La salida por lesión de Carvajal, bravísimo lateral derecho, mermó las posibilidades merengues. Y le consumió un cambio temprano a Zidane, que luego patinó feo: sacó a Kroos, que estaba cumpliendo una de sus actuaciones más lúcidas y activas, para poner a Isco, que, ya sabemos, casi nunca agrega nada. En cambio Lucas Vázquez volvió a demostrar que tiene picante y es una promesa de crack. James ni entró, lo que da una pauta de lo que le espera si continúa Zidane en su cargo.

¡Cómo es el fútbol…! nos repetimos. Sergio Ramos marcó su gol en fuera de juego. Luego debió ser expulsado por una entrada grosera de atrás a Carrasco cuando se le escapaba, pero Cluttenburg, muy benigno con él, le mostró amarilla. Y Ramos marcó más tarde uno de los cinco penales madridistas.

Godín mostró una vez más su clase de mariscal, zaguero de cualquier época; Gabi dio una cátedra de aplomo y personalidad; muy seguro el montenegrino Savic; excelente de nuevo el brasileño Filipe Luis, dueño de toda la banda que transita; intrascendente Koke, inoperante Torres, extrañamente apagado Saúl (grandísimo jugador), bravo pero infortunado Juanfrán… El Atlético volvió a nadar valientemente. Nadó todo un océano y murió en la orilla. Pero se ha ganado el corazón de millones y eso también tiene un valor. No le queda más que levantarse y seguir.

En el Madrid, excelente toda su defensa, con una moral de acero siempre que hay que jugarse una patriada. Son sensacionales los cuatro, aún con fallas posicionales. Cuando Sergio Ramos va a buscar un córner, tiembla el mundo. A veces uno lo aborrece por sus actitudes chulescas, pero es un futbolista excepcional, ganador, un capitán indomable. Marcelo también está en un nivel fantástico. Magnífico Modric, solidario Casemiro, activo y acertado Kroos. Los de arriba, deficitarios. Apagado Benzemá, impreciso Bale, pobre Cristiano.

El Madrid es el Madrid siempre. Y nunca se lo puede dar por muerto hasta no estarlo. Con muy poquito ha sido campeón. Pero ha sabido serlo.

 

(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.

 

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