Alaban al nuevo regulador nuclear nipón 5 años después de Fukushima

Planta nuclear de Fukushima (foto Tepco)

Japón desmantela Fukushima y se prepara para reactivar otras tres plantas bajo estrictas medidas de seguridad.

Planta nuclear de Fukushima (foto Tepco)
Planta nuclear de Fukushima (foto Tepco)

A punto de cumplirse cinco años del accidente de Fukushima, el OIEA alabó hoy la reforma del órgano regulador atómico (NRA) nipón tras el desastre y destacó la necesidad de ampliar su envergadura para afrontar la próxima reactivación de las centrales en Japón.


«Estamos muy impresionados con lo acometido desde la fundación de la Autoridad de Regulación Nuclear (NRA). El Gobierno ha creado una infraestructura reguladora que ha permitido establecer en muy poco tiempo una entidad competente, independiente y transparente», afirmó hoy Philippe Jamet, líder del equipo del OIEA que ha visitado el archipiélago.

Tras Fukushima, Japón disolvió su antiguo cuerpo regulador, duramente criticado tras el accidente atómico provocado por el tsunami de 2011, y creó la NRA, que depende de la cartera de Medio Ambiente y no de Industria, y que trazó en 2013 criterios de seguridad más estrictos para las plantas.

«La NRA ha creado en poco tiempo nuevas exigencias para fortalecer la seguridad en las centrales aplicando lo aprendido a partir del accidente en Fukushima», añadió Jamet durante la rueda de prensa celebrada en la sede del regulador nipón en Tokio.


Su equipo, integrado por 19 expertos de 17 países, visitó durante su estancia en Japón la maltrecha central, donde la delegación se mostró satisfecha con la marcha de las tareas de desmantelamiento, y otras tres plantas más entre las que se cuenta la de Takahama, cuya reactivación está prevista para el próximo 29 de enero.

«Los requisitos de la NRA han conducido a una mejora muy significativa en lo referente a desastres naturales en instalaciones nucleares. En Takahama vimos claramente que ha habido modificaciones en el diseño de la central para prevenir las inundaciones que provocan los tsunamis», detalló el experto francés.

La visita del Servicio Integrado de Revisión Regulatoria (IRRS) del OIEA ha acabado también con dos recomendaciones importantes que quedarán detalladas en un informe que el organismo con sede en Viena publicará dentro de tres meses.


La primera es la necesidad de hacer más flexibles y menos «rígidos y complejos» los protocolos en las revisiones de instalaciones nucleares para dar «más libertad» a los inspectores de la NRA, especialmente cuando se haya detectado alguna anomalía en una central.

En este terreno, Jamet instó a «guardar una mayor distancia con las empresas eléctricas» que operan las centrales.


En segundo lugar, el OIEA cree que la NRA necesita incrementar su personal para poder garantizar la seguridad del creciente número de reactores que van a empezar a reactivarse en el archipiélago, una tarea nada fácil en un momento en el que la fama del sector continúa ensombrecida en Japón por el accidente de Fukushima.

Se prevé que tras Takahama, la segunda nuclear que va a funcionar en Japón con los nuevos estándares pos-Fukushima, varias de las 17 plantas en condiciones operativas que alberga el país asiático puedan retomar su actividad este año.

El presidente de la NRA, Shunichi Tanaka, agradeció hoy en la rueda de prensa las aportaciones del OIEA y admitió que el incremento de capital humano de la entidad es una de sus mayores prioridades actualmente.

Al ser preguntado por la enorme oposición que genera la reactivación de centrales -más del 50 % de los japoneses encuestados dicen estar en contra por miedo a que se repita otro Fukushima- Tanaka insistió en que el rol de su organización se limita a «escrutar la seguridad de las plantas que quieren ser reactivadas».

«La decisión de reactivar una central atómica es de los accionistas de las empresas eléctricas, de los gobiernos locales y de los residentes de las zonas cercanas que votan a favor o en contra de dicha decisión», recordó.

El accidente de Fukushima ha sido el peor desde el de Chernóbil (Ucrania) en 1986, y sus vertidos y emisiones radiactivas aún mantienen desplazadas a unas 110.000 personas que vivían en torno a la central y han afectado gravemente a la agricultura, la ganadería y la pesca en la región nororiental donde se sitúa la planta. EFE

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