Peruanos en Japón: salarios mínimos e inestabilidad laboral

Agencia de noticias japonesa expone difícil situación de trabajadores extranjeros

Entre los extranjeros que migran a Japón en busca de una vida mejor, hay varias cosas en común: salarios mínimos, inestabilidad laboral, barrera del idioma y un estilo de vida nómada, afirma Kyodo.


Y si a todo esto se agrega inestabilidad mental, entonces la situación se torna desesperada, dice la agencia japonesa, que pone como ejemplo a Vayron Jonathan Nakada Ludeña, el peruano involucrado en el asesinato de seis personas en Saitama en septiembre.

Kyodo entrevista a una peruana yonsei (descendiente de japoneses de cuarta generación) de 34 años, Vanessa Viela, cuya situación, como la de muchísima gente, empeoró tras la quiebra de Lehman Brothers en 2008. Después de que su esposo perdió su trabajo, ella tuvo que mantener a su familia de cuatro miembros, incluyendo a sus dos hijas.

Trabajando en una fábrica de comida en la prefectura de Aichi, Viela ganaba 900 yenes (7,33 dólares) por hora. Ese trabajo fue para ella una tabla de salvación. “Si lo perdía, habría sentido que ya no quedaba nada para mí», dice.


Viela ahora trabaja en una fábrica de maquinaria en Isesaki, Gunma. Desde su llegada a Japón como estudiante en 1996, ha soñado a menudo con conseguir un trabajo mejor pagado, pero siempre se ha topado con una barrera porque no puede hablar bien japonés.

Así las cosas, realiza trabajos no especializados en fábricas a través de agencias intermediarias.

¿Por qué trabaja en Japón?, le preguntan. Vanessa espera algún día abrir un restaurante en Perú y ganar suficiente dinero para educar a sus hijas.

«Me gustaría que mis hijas cumplieran el sueño que yo no pude realizar de convertirme en periodista. Para hacer eso, quiero enviarlas a una escuela privada y darles una buena educación”.


De acuerdo con el Ministerio de Trabajo, hasta octubre de 2014 había 790.000 trabajadores extranjeros en Japón, un aumento del 9,8 % con respecto al mismo periodo de 2013, y la mayor cifra registrada por segundo año consecutivo.

Volviendo a Nakada, este llegó a Japón en 2005 y estuvo en un trabajo y otro hasta recalar en una fábrica en Isesaki antes de los asesinatos en los que está implicado.


Una ex compañera de trabajo brasileña del peruano recuerda que este trabajaba seis días a la semana y que su vida cotidiana consistía en casa-trabajo-casa, con paradas en una tienda de conveniencia.

La mujer revela que una vez Nakada le dijo: «No tengo ningún amigo. Estoy tan ocupado que ni siquiera tengo conocidos». Apenas dos semanas después de empezar a trabajar en la fábrica, le comentó que quería conseguir otro trabajo en Tochigi.

El caso de Nakada, afirma Kyodo, es una ventana para asomarse a los problemas que afrontan los trabajadores extranjeros en Japón, así como al manejo de las agencias de trabajo temporal y el apoyo (o la falta de apoyo) del gobierno de Japón a aquellos que se encuentran en una situación difícil. (International Press)

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