Desde las “visitas guiadas” hasta los “talleres de origami”
JK (joshi kosei o chica estudiante de preparatoria o instituto) es una marca muy potente en Japón, dice Hifumi Okunuki, profesora de la Universidad de Mujeres de Sagami y presidenta del sindicato Tozen.
Es una marca alrededor de la cual hay toda una industria que explota a las menores en una sociedad permisiva que Okunuki critica con severidad en un artículo publicado en Japan Times, del que reproducimos algunos pasajes.
En la década de 1990, las colegialas vendían sus uniformes escolares, pantalones cortos y trajes de baño sucios y usados en tiendas “especializadas” para clientes fetichistas.
Más tarde apareció el enjo kosai, o “cita por compensación”, en la que chicas de preparatoria salían con hombres de mediana edad para hacerles “compañía”.
Han transcurrido más de 20 años y el negocio de explotación JK continúa prosperando.
Tenemos, por ejemplo, el JK osanpo: a cambio de dinero una estudiante da un “paseo” o realiza una “visita guiada” con un hombre mayor, encuentro que por lo general culmina en un encuentro sexual.
La capacidad para generar negocios en torno a las menores en Japón parece no tener límites. El mes pasado la policía de Tokio intervino un apartamento donde estudiantes menores de 18 años de edad, vestidas con uniforme escolar y sentadas con las piernas abiertas, elaboraban grullas de origami que colocaban bajo su falda para exhibirse ante hombres que pagaban para verlas a través de un espejo (que permite al cliente ver a la chica sin que esta lo vea a él).
Cada cliente pagaba 5.000 yenes (40 dólares) para ver la ropa interior de la chica durante 40 minutos. El sitio contaba con hasta 30 menores de 16 a 18 años.
Los tres hombres arrestados que manejaban el negocio creían que no tendrían problemas con la ley pues las colegialas hacían un trabajo manual legítimo (el origami).
Establecimientos como el mencionado son conocidos como JK sagyosho o «talleres», una de las variaciones innumerables del negocio JK, junto con el JK osanpo, JK refure (de «reflexología»; las adolescentes dan masajes a sus clientes) o JK satsueikai (que consiste en tomarse fotos con una estudiante en uniforme o traje de baño).
Todas estos negocios tratan de burlar la ley, alegando las chicas se dedican a actividades legítimas (la fotografía, el paseo, el masaje, el origami, etc.).
Hay vacíos legales o zonas grises que aprovechan los explotadores de menores en Japón. Sin embargo, también hay un asunto de fondo que no se puede soslayar: si existen estos negocios es porque existen clientes. Y esto tiene que ver con la manera en que la sociedad japonesa cosifica a las adolescentes, tratándolas como mercancías.
Tan pronto como una chica cobra conciencia de sí misma, le meten en la cabeza la idea de que tiene “un valor de mercado” como mujer, dice la autora del artículo. Eres kawaii o kirei y vales tanto.
Así las cosas, la chica, plenamente consciente de sus atractivos físicos, crece obsesionada con su propio valor de mercado.
Como todo producto de mercado, el valor lo determinan los otros. Es decir, no vales por ti misma, sino por el gusto o juicio ajeno. Y la colegiala sabe que mientras más joven es, más alto es su valor de mercado porque muchos hombres la buscan.
Hifumi Okunuki se pregunta: ¿qué les podemos aconsejar, como adultos, a estas chicas?
¿Que su juventud está siendo explotada por los adultos? ¿Consentir que hagan un poco de dinero mientras se les advierte de que tengan cuidado con los hombres peligrosos? ¿Decirles que los mismos hombres que las buscan por su juventud las desecharán cuando ya no sean tan jóvenes?
Okunuki admite que no sabe qué decirles. Pero algo sí tiene claro: “Lo único que sé es que yo desprecio a esta sociedad que hace que las mujeres sufran tanto. Es hora de un cambio”. (International Press)
