Los peruanos se enfrentarán en los próximos años a la excarcelación de muchos otros militantes de estos grupos terroristas. Tendremos que aprender a vivir con ellos y vigilarlos de cerca.
Por Javier Arévalo*
La señorita Lori Berenson ha pasado más de quince años en las cárceles peruanas. Jueces sin rostro la condenaron por pertenecer al Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, una organización de pistoleros y secuestradores que mataban, extorsionaban y secuestraban convencidos de que así cambiarían la realidad social del Perú.
Por supuesto, no lograron cambiar nada. Estrictamente, robaron, extorsionaron y secuestraron y con eso lastimaron a los familiares directos de sus víctimas y aterrorizaron a un país entero que todavía hoy, desués de tantos años de haber sido derrotados, los odia intensamente.
La señorita Lori Berenson ha salido de la cárcel y se ha trasladado a un simpático departamento de Miraflores, un tradicional barrio de clase media alta, convertido ahora en un espacio turístico donde los visitantes practican ala delta, surf o moto acuática y se hospedan en hoteles cinco estrellas o en alojamientos para mochileros donde cinco duermen en una misma habitación.
En ese florido barrio se ha ido a meter la señorita Lori Berenson y sus vecinos han salido a protestar porque no quieren tener cerca a la militante de uno de los dos grupos terroristas que contribuyeron a que en dos décadas más de sesenta mil peruanos murieran.
Los peruanos se enfrentarán en los próximos años a la excarcelación de muchos otros militantes de estos movimientos. ¿Cómo debemos reaccionar frente a alguien que nos hizo daño directamente -todos sentimos que los coche-bomba eran contra nosotros- y que ya cumplió su pena?
Lori Berenson ha pedido perdón al pueblo peruano en una carta. Ella es norteamericana y una de las salidas que encuentran las personas que no la quieren cerca es que la expulsen del país por indeseable.
¿Pero a dónde mandamos por indeseables a los cientos de detenidos que saldrán algún día y que son peruanos? Para que una sociedad pueda sobrevivir debe aprender a respetar la ley. Debe también aprender a perfeccionarla cuando esa ley es nefasta, pero lo que no puede hacer es ignorarla. La ley contempla la excarcelación por tiempo cumplido. Tendremos que aprender a vivir con ellos al lado, y vigilarlos de cerca por si no han cambiado.
Una sociedad protegida por la ley permite que esa ley proteja al peor de todos porque solo así es capaz de protegerte a ti mismo.
Tendremos que ser maduros, ojalá que podamos serlo. (Columna publicada en International Press, 12-6-2010).
* Escritor y periodista peruano.
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