Fe en el Perú, a pesar de los racistas

Por cada racista como ese chofer de taxi hay muchísimos emprendedores que derrotan a la pobreza y hacen más grande al Perú.


Por Enrique Higa

Subo a un taxi. El chofer me cuenta que una vez un prepotente «huachimán» lo quiso agredir con su vara por haber estacionado su auto –que se había recalentado– frente al laboratorio que vigilaba. El taxista logró esquivar el golpe, desarmarlo y contraatacar. Yo le digo que el «huachimán» debe de ser uno de esos tipos acomplejados que por tener uniforme se agrandan y se creen poderosos. Su réplica me deja frío: “No es complejo, es resentimiento, estos cholos tienen 500 años de resentimiento desde que los españoles los cag…”. Este taxista es Antauro Humala a la inversa. Desalienta encontrarse con sujetos así, te hacen creer menos en el Perú. Pero ese mismo día, leo en El Comercio que Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz y banquero que promueve el emprendimiento entre los pobres, afirma que los jóvenes “no deben graduarse con la mentalidad de alguien que tiene que buscar empleo, sino uno que tiene que crear empleo para los demás. El dinero no es un problema, este banco (se refiere al suyo) tiene de dónde prestar”. Me siento mejor. Pienso que por cada racista como ese chofer de taxi hay muchísimos emprendedores que derrotan a la pobreza y hacen más grande al Perú. Ahora le tengo más fe a mi país.

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