Tadaku, proyecto para enseñar y aprender cocina del mundo

Se trata de inscribirse para enseñar o aprender cocina de Japón y el mundo.

Aprender a hacer sushi o freír «tempura» en casa de un japonés es lo que propone «Tadaku», un proyecto con sello español que promueve en Japón el turismo gastronómico dejando atrás los concurridos restaurantes para sumergirse en la cocina de un residente local.

«Se trata de ofrecer una forma de descubrir la cultura a través de la comida», explica el «alma mater» del proyecto, Tao Romera, un murciano de 33 años que cambió el pimentón de su tierra por el wasabi del país asiático hace una década.


«Tadaku», la respuesta gastronómica al portal de alquiler de viviendas particulares «Airbnb», empezó a funcionar en 2013 a través de una página web en la que se inscriben los que quieren enseñar a cocinar y aquellos que buscan recibir clases al llegar a Japón.

Los cocineros deben crearse un perfil y proponer sus platos, además de pasar un control de calidad.

A partir de entonces, pueden empezar a ofrecer sus conocimientos y abrir sus cocinas a los visitantes por precios que rondan los 7.000 yenes (55 euros o 60 dólares) por persona.


Aunque la mayor parte de su actividad se desarrolla en Japón, dos años después de su lanzamiento «Tadaku» tiene hoy presencia en 11 países y cuenta con unos 1.000 usuarios registrados, que Romera prevé que aumenten hasta los 6.000 para finales de año.

«La comida es, al final, un reflejo de la cultura», reflexiona Romera, quien recuerda cómo descubrió durante un programa de formación que en Kiyosato, un pueblecito en las montañas de Yamanashi, en el centro de Japón, sus habitantes todavía comen saltamontes y larvas de abeja, su «antigua forma de ingerir proteínas».

a través de una página web se inscriben los que quieren enseñar a cocinar y aquellos que buscan recibir clases al llegar a Japón.

Las clases no se limitan a la cocina. Una vez terminado el trabajo entre fogones, profesor y alumnos comen juntos y queda en manos del anfitrión organizar algún extra como una cata de sake, una improvisada ceremonia del té o la visita a alguna granja cercana.


Este planteamiento es el que llevó a Michael, Ciannon, Robert y Carita, dos matrimonios australianos de buen paladar, a participar en varios cursos durante su viaje de dos semanas por Japón.

«Aprender por qué haces algo es más importante que te digan cómo hacerlo. Te enseña a apreciar la comida y los ingredientes desde una perspectiva nueva», dice Michael después de saber que va a utilizar «taranome», brotes de Aralia, que sólo se cosechan en primavera y que están especialmente sabrosos cocinados en «tempura» (fritura).


La encargada de hacer estas revelaciones es Naoko Kato, una japonesa residente en el oeste de Tokio por cuya cocina han pasado alumnos de seis países desde que comenzara a impartir cursos en «Tadaku» hace seis meses.

Con esfuerzo pero decisión explica a caballo entre inglés y japonés los pasos a seguir para elaborar a mano «soba» (fideos de harina sarracena), «daifuku» (postre japonés hecho de pastel de arroz glutinoso relleno de dulce) o salsa de sésamo para condimentar judías verdes.

«Compartir un idioma ayuda, pero puedes comunicarte de muchas otras formas», apunta Carita, para quien la cocina es un lenguaje universal capaz de sortear la barrera lingüística.

Después de haber tomado parte en experiencias similares en países como Vietnam y Tailandia, las dos parejas australianas coinciden en que es una experiencia «muy recomendable» plagada de «recetas ambicionas» que se alejan de los platos recomendados en los restaurantes.

Tadaku cuenta además con una segunda vía de negocio que está cobrando fuerza, la de residentes extranjeros en Tokio que dan clase a japoneses.

Los locales descubren cómo preparar unas pupusas, un falafel o una paella. EFE

 

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