Cafés que prohíben hablar se ponen de moda entre los jóvenes japoneses

Café R-za Dokushokan (foto Matcha)

Ideales para gente que quiere relajarse, leer o escuchar buena música

Los cafés silenciosos, que prohíben conversar a ciertas horas o todo el día, se han vuelto muy populares entre veinteañeros y treintañeros en Japón.


En ambientes de sosiego los jóvenes se sienten más relajados que en las grandes cadenas de café, donde si algo sobra es ruido, cuenta el diario Nikkei.

No hay ocasión más propicia para el ruido que un sábado por la noche, cuando los jóvenes se adueñan de calles, bares y discotecas. Sin embargo, en Kobe, prefectura de Hyogo, en el cafe Keshipearl, no es así. Alrededor de 15 clientes, sentados en silencio, leen o simplemente se relajan. Solo se escuchan tres cosas: una apacible música de fondo, la molienda de los granos de café y el tic-tac de un reloj.

La prohibición de hablar no es absoluta en este café. El horario de silencio es de 8 p. m. a 10 p. m. los viernes y sábados.


El dueño del negocio, Tatsuya Nishiyama, tuvo la idea hace tres años. Abrió el café con el deseo de brindar a sus clientes tiempo y espacio para que se relajaran en un ambiente de respeto mutuo. Sin embargo, así como el número de clientes creció, también lo hizo el ruido.

El objetivo no se estaba cumpliendo. Mientras más popular era el café, más ruido había y menos relajante era.

Así las cosas, Nishiyama decidió imponer un horario de prohibición de ruido. El boca a boca popularizó aún más al café, al que acude cada vez más gente que quiere saborear un buen café en silencio.


Alrededor del 70 % de sus clientes son mujeres de 20 a 39 años.

Café Keshipearl
Café Keshipearl

Los usuarios permanecen un promedio de 90 minutos a dos horas. La mayoría lee libros. Cerca del 90 % acuden solos, pero también llegan amigos y parejas a disfrutar de su mutua compañía en silencio.


«Vengo aquí para tener un tiempo para mí. Me siento cómoda porque aquí nadie me apura», dice Reiko Hasegawa, quien trabaja en un hospital de Hyogo.

Otro clienta, Makoto Samukawa, le dice a Nikkei: «Con frecuencia paso dos o tres horas aquí sin darme cuenta de ello. Vengo aquí cuando estoy estresada».

Naoto Iwashita, también un cliente asiduo, acude al café cuando necesita reflexionar. Le gusta el ambiente, que no se puede encontrar en las grandes cadenas.

El café R-za Dokushokan, en Tokio, va más lejos. Las conversaciones están prohibidas todo el día. Los clientes solo pueden comunicarse entre sí por escrito en uno de los siete u ocho cuadernos que hay en el local. Los cuadernos están llenos de frases como «Tengo que ir al baño antes de que nos vayamos».

En este café hay muchas plantas, un acuario, muebles antiguos y unos 1.000 libros en los estantes. «Se siente como si estuvieras leyendo un libro en el bosque», dice Taiki Watanabe, mánager de R-za.

Café R-za Dokushokan (foto Matcha)
Café R-za Dokushokan (foto Matcha)

«Hay demasiada gente en las cadenas de café», dice Haruka Yamamoto , que viene aquí una vez a la semana. «Es más tranquilo aquí que una biblioteca y puedo leer sin tener que darme prisa», añade.

Kekkojin Milk Hall, un café situado en Sendagi, Tokio, va más lejos aún, pues únicamente admite clientes solos. El propietario del establecimiento, que comenzó hace 11 años, dice que es un lugar para la gente que quiere estar sola y que no se siente a gusto en las grandes cadenas.

El primer café se vende a 800 yenes (6,5 dólares), más caro que en las cadenas, pero cuesta 200 yenes (1,63 dólares) a partir de la segunda taza. Muchos clientes pasan largo tiempo en este sitio. Vale la pena.

Asimismo, hay establecimientos que hacen recordar a los famosos cafés de jazz de Tokio de las décadas de 1960 y 1970, donde los jóvenes se reunían para escuchar música en silencio.

Uno de ellos es Eagle, un café de jazz en Shinjuku que abrió sus puertas en 1967. En el último medio año ha registrado un fuerte incremento en el número de clientes jóvenes, sobre todo mujeres. Antes la gran mayoría de sus visitantes era gente mayor.

Masahiro Goto, crítico de jazz y propietario del negocio, dice que “los jóvenes podrían haber encontrado un nuevo sentido (en los cafés de jazz), donde pueden disfrutar de un tiempo a solas diferente de su vida cotidiana».

En medio de tanto ajetreo y ruido en las grandes ciudades, estos cafés son como oasis de tranquilidad. Larga vida para ellos. (International Press)

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