¿Qué ocurre con los hikikomori cuando envejecen?

Unos 300.000 tienen más de 40 años



Los hikikomori viven recluidos en sus casas, aislados de la sociedad. No estudian, no trabajan, no se relacionan con nadie. Dependen de sus padres. Pueden permanecer en ese estado durante décadas. ¿Qué ocurre cuando se hacen mayores y sus padres, ya ancianos, se jubilan?

En junio, un hombre de 53 años fue arrestado por la policía por haber abandonado el cuerpo sin vida de su madre en una montaña. ¿Para qué? Para ocultar su muerte y seguir recibiendo la pensión que le correspondía. El sujeto no tenía otra fuente de ingresos.


Casos como el anterior revelan el preocupante aumento de adultos japoneses que dependen económicamente de sus padres, según el diario Shukan Post.

Las cifras no mienten. En 2003, el número de solteros de 35 a 44 años que vivían con sus padres ascendía a 1,91 millones. En 2007, subió a 2,62 millones. En 2012, a 3,05 millones. De acuerdo con el periodista Masaki Ikegami, al menos una de cada 20 personas de 20 a 64 años que vive en Tamachi, Tokio, son hikikomori. De ellos, 30 % tienen más de 40 años. Se calcula que en todo Japón unos 300.000 hikikomori superan las cuatro décadas.

Otro caso. Un hombre de 38 años vive en casa de sus padres. Tras egresar de la universidad, trabajó en un banco. Sin embargo, por razones desconocidas abandonó su empleo al cabo de dos años. Desde entonces no trabaja y nunca sale de casa. ¿Quién lo mantiene? Su padre, un médico de 69 años propietario de una clínica. Al menos no debe preocuparse por el dinero. Por ahora.


El diario japonés también expone el caso de un hombre de 39 años al que identifica como C, que retornó a la casa paterna con su pequeña hija tras un fallido matrimonio. Su exesposa era enfermera y mantenía el hogar. El aporte de C al sostenimiento familiar era mínimo, pues apenas tenía trabajos eventuales de medio tiempo.

El padre de C tiene 65 años y es jubilado. Su pensión no le alcanza para sostener a su inactivo hijo, que debido a su impresentable apariencia no asiste a los eventos de la escuela de su hija. La madre de C participa en ellos en su representación. La situación es penosa para la niña y sus abuelos. “No estoy disfrutando de mi jubilación», admite el anciano.


Para el consejero Fujiya Tomita la mayor responsabilidad recae en los padres por haber estado muy ocupados en el trabajo, renunciando a la educación de sus hijos para dejarla en manos de la escuela o la guardería, debilitando de este modo el vínculo entre papás e hijos. Como resultado, algo se quebró en el interior de estos, lastrando su desarrollo, apunta Tomita.

Shukan Post concluye que para revertir esta situación se necesitan cambios, pero no solo en los hijos o en los padres, sino en la familia en su conjunto.

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