Jorge Barraza: “Representó al hincha”

Jorge Barraza

Jorge Barraza

Por Jorge Barraza*


Gustó los nueve partidos que disputó. Para buena parte de los analistas presentes en Mendoza (técnicos, observadores, periodistas), fue la selección que mejor jugó, la que más espectáculo dio, la que protagonizó los partidos más vibrantes. Nadó, nadó, nadó y alcanzó la orilla. No ganó el Sudamericano ni irá al Mundial, pero acaso logró algo más trascendente: ilusionó al hincha, lo representó muy dignamente, prestigió al fútbol peruano, le confirió un nivel competitivo que no mostraba desde hace más de treinta años. Y que a nivel de juveniles posiblemente no había exhibido nunca. Tuvo las tres facetas que uno le pide a su cuadro querido: fútbol, sudor y ambición.

Es la obra de esta Selección Sub-20 de Daniel Ahmed.


Jugó como nunca, sí. Y no perdió como siempre. Cayó batallando, a veces acorralando al rival (a Chile), en otras bombardeándolo (a Colombia) o bien superándolo con nitidez (a Brasil). Desplegó un fútbol vistoso, de excelente circulación de balón, con decidida vocación ofensiva y tenaz espíritu de lucha. Peleó cada pelota (el fútbol sin marca, sin presión, no existe), la cuidó, defendió con orden y atacó con peligro.

Se metió a la gente en el bolsillo porque jugó bien. Y cuando un equipo juega bien la gente olfatea que puede ganar, le arrima unos boletos, le reserva dos horas de su tiempo para verlo porque intuye que puede recibir algo a cambio.

Hubo un factor adicional: uno venía acostumbrado a ver equipos juveniles peruanos que recibían un gol y se desmoronaban anímicamente; este fue al revés, redoblaba la apuesta yendo al frente con todos los efectivos. Fue lo que le granjeó la adhesión del público.


Si se trata de una camada feliz y esporádica, lo dirá el tiempo. Pero fue un soplo de frescura, sin duda. Y hubo equipo. Justamente el andamiaje conjunto hizo resaltar las individualidades (que se diluyen cuando no aparece el colectivo). Hay al menos siete nombres con proyección, de los que cabe esperar un futuro importante: Benavente, un jugador distinto, de un toque de bola magnífico y con mucha movilidad; Yordi Reyna (al parecer habita en él un goleador), Jean Deza, de arranques electrizantes y desestabilizadores; el zurdito Flores, inteligente y de gran amistad con la pelota; el mediocentro Hernán Hinostroza, inteligente distribuidor de juego y de notable aplicación táctica; el zurdo Guarderas, con dominio, toque y fuerza, y el zaguero Miguel Araujo, confiable, presto para salir al cierre, a cortar o a anticipar.

Después de tantas selecciones peruanas juveniles que no dejaban en el tamiz un sólo nombre para el rescate, mencionar a siete es, como mínimo, auspicioso, alentador. Porque el mundo no termina en Brasil 2014, va a haber otros Mundiales.


Luego, si estos muchachos elaboran una carrera importante ya no es responsabilidad del periodista. Es tema de ellos. Fuimos testigos, en un Sudamericano de Ecuador, de varias proezas asombrosas de Reimond Manco con la pelota. Y lo escribimos. Pero no sabemos cómo vive Manco. Si se cuida o no es problema suyo. Eso de que “los periodistas lo endiosan y luego lo hunden” no cabe. El periodista resalta sus virtudes, y el futbolista elige cómo quiere vivir. Pocas veces hemos visto arrojar tanto talento al canasto como en el caso de Manco. La conducta y la profesionalidad de un deportista son parte de sus condiciones.

Si estos muchachos tienen sed de gloria, pueden llegar, cualidades poseen. Si tienen sed de la otra, la que sacian las botellas, y disfrutan más de la luna que del sol, se hundirán en el mar de la mediocridad. Gozarán de una fama efímera, obtendrán prestigio pasajero en su barrio, comprarán un carro lustroso, lo chocarán, tendrán incidentes varios y luego se irán apagando como una vela en clubes de provincia que siempre creen en la redención. Esa película ya la vimos.

Lo que sí es responsabilidad del periodismo es no hartar con los nombres, no saturar, no vivir generando noticias que no lo son, pues luego se convierten en un búmeran contra el jugador. No aturdirlos. Orientarlos, no desubicarlos. Recordamos aquello de “los 4 fantásticos” antes del comienzo de la Eliminatoria. En Argentina aconteció algo similar en este Sub-20. Una parte de la prensa promovió a la selección de Marcelo Trobbiani (antes de jugar) como la octava maravilla del mundo. Esa misma prensa tituló luego “El fracaso del siglo”.

Ahmed tiene, indudablemente, grandes méritos en todo esto. Primero, aclaremos: sin jugadores, ningún santito hace milagros. Pero este es su equipo, él lo armó, escogió los nombres, le dio un funcionamiento y le infundió esa mentalidad combativa. Lo que nunca puede saberse es si tuvo la fortuna de encontrar servido un grupo virtuoso de jugadores o supo elegir entre la runfla de elementos que pululan a nivel juvenil. Del equipo Sub-17 de 2011 dirigido por Juan José Oré extrajo a Cristian Benavente, Miguel Araujo, Andy Polo, Renato Tapia, Édison Flores, Wilder Cartagena y Raziel García. El resto es siembra y cosecha propia.

Lo más importante de toda selección juvenil, más que salir campeón sudamericano o mundial, es preparar jugadores para la mayor. Esta le entrega seis, siete, tal vez ocho. Hay otro factor, más ligado al orgullo: siempre hubo una forma peruana de jugar al fútbol. Era cuestión de desempolvarla y tornarla eficiente.

Sin duda, este ha sido el avance más serio del fútbol peruano por volver a ser fuerte. ¡Enhorabuena!

*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.

 

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