Fernando Iwasaki: “Cuando salí de Perú me di cuenta de lo japonés que era”

Escritor peruano afincado en España habla sobre sus ancestros


Entrevista: Luis Arriola Ayala

Cómo persuadir a un escritor peruano para que recuerde a su aventurero abuelo japonés sin ser impertinente, cómo intentar que un historiador me cuente la verdadera historia de su familia en minutos, cómo empezar la entrevista con Fernando Iwasaki sobre temas tan íntimos en un tono de complicidad. Decidí imprimir el significado de su apellido japonés (岩崎) y preguntarle qué relación tiene con él. Iwasaki: roca, una roca marina, una roca que entra al mar.


Algo pasa conmigo y con mi familia que probablemente sea distinto al resto de otras familias de ascendencia japonesa. Mi padre es hijo de un matrimonio mixto. Mi ojisan (abuelo en japonés) se casó con una señora de Huaraz y con ella tuvo dos hijos. Mi padre tampoco se casó con alguien del entorno japonés. Por eso cuando era niño no tenía el mundo japonés en casa. Yo sentía que mi apellido me colocaba en el grupo de orientales en mi colegio, pero al mismo tiempo no lo veía como algo que me definía en forma rotunda.

¿Y cuándo sientes la influencia de tu primer apellido?


Cuando salí de Perú me di cuenta de lo japonés que era. En España, en 1985, descubrí que mi apellido llamaba la atención. Era una gran curiosidad tener un apellido japonés y ser peruano. Todavía Fujimori no había ganado las elecciones. En España todos los editores con los que he publicado siempre me han dicho que solo iban a poner mi primer apellido. Con Iwasaki era suficiente.

¿Cómo te animaste a rastrear tu herencia japonesa?


Cuando empecé a escribir en la prensa española, un profesor japonés que vivía en Sevilla me buscó y hablamos sobre mi apellido. Ahí descubrió que yo no dominaba su idioma y le conté lo poco que sabía del pasado de mi padre. Luego de un tiempo ambos pudieron conversar. Así me enteré de que mi padre hablaba el dialecto de Hiroshima, un japonés feudal, de los años de la restauración Meiji.

Hace pocos meses estuviste en Japón, ¿investigaste sobre tu abuelo?

Poco a poco he ido sabiendo cosas de mi familia, cuando he estado en Japón. Desde hace años tengo la idea de escribir una novela sobre Arichi Iwasaki, mi abuelo, quien hasta donde tengo entendido tuvo una vida muy viajera. Cuando hablé en Tokio sobre este proyecto mucha gente con gran generosidad se ofreció a ayudarme. Me decían: te damos los recuerdos de tu abuelo para que lo construyas. En Lima también me han ayudado: tu abuelo vivía en La Victoria, por dónde tomaba el tranvía, y alguien me dijo: pregúntale a tu papá dónde se escondió.

¿Te atreviste?

Un día estaba hablando con mi viejo por Skype y de golpe le pregunté. Me contó que en los años 40 se escondió en una iglesia de los padres franciscanos canadienses. Ahí estuvo varios meses porque hubo una persecución a los descendientes de japoneses. Me resultó muy conmovedor que mi padre de 82 años me cuente que a sus 12 años se tuvo que esconder. Recién empiezan a encajar todas las piezas de por qué mi padre no habla de su pasado.

Un proceso para suprimir los años duros, ¿como una roca?

Qué haces cuando eres un niño y te has quedado huérfano y los japoneses son los invasores, los enemigos y los derrotados. Mi padre era un ainoko (mestizo). Y él tomó ciertas decisiones en su vida que mirándolas a contraluz fueron en beneficio de la familia. Entró al ejército para ayudar a su madre y reafirmar su lado peruano. Pienso que debo escribir sobre mi abuelo, sobre la colonia japonesa. Siempre que le hacía preguntas sobre mi abuelo no me las contestaba. Ahora me doy cuenta de que mi padre hablaba en sus acciones de él. Mi padre ya tenía bastante con el presente y en tratar de legarnos un cierto futuro.

¿Tienes algún recuerdo de niño que ahora de grande lo hayas entendido en toda su perspectiva?

Voy reconociendo algunas escenas que de niño no podía interpretar. Mi padre en la mesa toma la sopa haciendo un ruidito y en una época hasta me chocaba, y eso es totalmente japonés. Todos comemos igual que nuestros padres. De niño me incomodaba porque solo él lo hacía. La única manera de escribir sobre mi abuelo y papá es un tono que se aproxime a la poesía. Tengo que acercarme a un tipo de prosa que aún no he definido. Para poder narrarlo tengo que aprender mucho. Es un proyecto de búsquedas, a largo plazo y no puedo olvidarme de los otros lados.

La historia de tu lado materno, los Cauti…

Voy a ir a Huamantanga, en Canta, porque ahí aparentemente se estableció mi bisabuelo materno que llegó de Italia. Tengo mucho interés en mis cuatro puntos cardinales: Hiroshima, Huaraz, Guayaquil y Huamantanga. Me gustaría escribir también algo que no sea de ficción. Será algo breve. Es algo que todavía lo estoy metabolizando. Algún día mis hijos también me harán preguntas y quiero que esas respuestas estén contenidas en lo que escribo. Mi abuelo, mi papapa como lo llamábamos, caminó por Huamantanga y me interesa caminar por ahí. Cuando tu eres muy joven no le haces a las personas mayores las preguntas correctas. Me duele muchísimo no haber sido capaz de preguntarle a mi abuelo lo que ahora me encantaría saber.

¿Qué le preguntarías?

Le preguntaría por su padre que llegó de Italia. Me parece terrible haber perdido ese rastro. Cuando estuve en Italia conversé con varios Cauti y me han explicado de qué zona salieron para venir a Perú. Fue durante la unificación italiana. Me interesa saber cómo fue la llegada de este hombre con otra lengua a un lugar donde se hablaba quechua. Sé que hay Cautis en Canta, Obrajillo.

¿A qué otro país te llevará esa búsqueda familiar?

A Ecuador. Cuando voy, siempre presumo que mi bisabuela materna era de Guayaquil. Hace poco me he enterado de que mi bisabuelo piurano la raptó. La gente no quiere hablar de lo que vivieron. La preocupación por el pasado supone una cierta estabilidad en el presente. Soy historiador y me gusta reconstruir esas historias.

El título de tu último libro también nos remite al pasado: ‘Papel carbón’.

El último siempre es el primero. Las historias en ‘Papel carbón’ reúnen mis dos primeros libros de cuentos ‘Tres noches de corbata’ (Lima, 1987) y ‘A Troya, Helena’ (Bilbao, 1993). ¿Pensé qué tienen en común ambos? Y recordé que los escribí a máquina. Con puño y tecla, y siempre ponía el papel carbón al medio de dos hojas. También me di cuenta de que fue una época en que el mundo era políticamente incorrecto, un mundo homofóbico y racista, donde el machismo estaba en nuestro lenguaje, no reflexionábamos. Pero eso no quiere decir que el autor sea así. Uno tiene que crear personajes que hablan de una forma.

Luis Arriola Ayala es periodista y autor de la novela «Gambate», que narra la historia de un peruano inmigrante en el Japón de la década de 1990 (http://espanol.ipcdigital.com/2012/04/21/%E2%80%9Cjapon-es-como-mi-viejo-me-dio-duro-pero-me-enseno-mucho%E2%80%9D/). Asimismo, tiene un blog: http://gambatero.blog.terra.com.pe/

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