Jorge Barraza: Esa agua bendita, el Mundial

Jorge Barraza

El Mundial Sub-20 mantiene a Colombia en estado de gracia.

Por Jorge Barraza*

Jorge Barraza

De cómo un país queda atrapado en una maravillosa red de ilusión y orgullo; de cómo entra en ebullición cada ciudad que alberga los juegos, de eso trata esta nota: del Mundial Sub-20 que mantiene a Colombia en estado de gracia. Uno tiene sus aprensiones por escribir de la felicidad asociada al fútbol, pueden saltarle encima con la consabida acusación de promover el “pan y circo”. No es bueno, al parecer, que un país esté contento a causa de menesteres menores como el fútbol. Suena pecaminoso. En cambio debe ser feliz por el Producto Interno Bruto, por la marcha de la educación, de la salud, de la seguridad. Pero es que estas prioridades de una nación transitan por caminos diferentes al deporte, al entretenimiento. Y si la gente es feliz por el fútbol, bueno… ¿por qué evitarlo?
Siempre alegra que una nación sudamericana organice un Mundial. Quedará un sedimento estructural y de experiencia que sin duda enriquecerá nuestro deporte regional. Colombia ya puede ufanarse de sus ocho bellos estadios. En cualquiera de ellos podría jugarse mañana un cotejo de Eliminatoria, acaso una final de Copa Libertadores. Colombia ha invertido apenas 115 millones de dólares en ponerlos a nuevo. Una cifra decente.
También podrá jactarse de la masiva asistencia a los estadios en este Mundial al que FIFA, con buen tino, le quitó el rótulo de Juvenil para ponerle el más acorde Sub-20. Es que todos sus actores son futbolistas de Primera División y tienen 20 años. Habrá que esperar para saber si será récord, pero hasta la fecha del viernes se llevaban vendidas 531.000 entradas. Reflejo del entusiasmo general. Estamos hablando de venta genuina, entradas que el público paga en ventanilla, pues es sabido que en muchos países organizadores se regalan las entradas. Sin ir más lejos, en la edición anterior, en Egipto, el comité local obsequiaba los boletos a efectivos militares (o les ordenaba ir para dar marco a los partidos). Así se veían 18.000 ó 20.000 uniformados por encuentro. Lo mismo pasó en Rusia, en África y otros países árabes y asiáticos.
Colombia ha apostado en este Mundial por lanzar a través del torneo la imagen de un país serio, en franco crecimiento económico, con cada vez mayor seguridad interna. Impulsa su marca-país. “No tenemos que esperar turismo internacional, estos torneos no atraen ese público, sí dar la imagen de que este es un país al que se puede venir”, dice Carlos Antonio Vélez, comentarista estrella de la influyente cadena RCN.
Y de propina, allá abajo en el verde césped, su Selección encanta con triunfos. Clasificó a segunda fase ganando los tres partidos y mostrando algunos valores altísimos como James Rodríguez y Luis Muriel. Más redondo todo, difícil.
Ha cambiado el enfoque de estos torneos de jóvenes. Antes se iba a competir, tratando de descubrir valores nuevos. Ahora van talentos ya detectados y se busca ganar, caso contrario se generan crisis, incluso en este ámbito menor. Uruguay, primer sudamericano eliminado, generó fuertes críticas en su país, que venía dulce por las últimas actuaciones de sus representativos y por la conquista de la Copa América. Apenas empató con Portugal y con la débil Nueva Zelanda, y perdió ante Camerún. Pasa que una cosa es defender, resistir, idea encarnada ancestralmente en los futbolistas uruguayos, y otra es proponer, atacar, buscar el triunfo con decisión. Son responsabilidades diferentes. Con errores y defectos, Brasil y Argentina siempre están obligados a buscar la victoria, a dominar, a proponer un juego ofensivo.Una de las notas llamativas del Mundial colombiano son los espantosos arbitrajes, un grave mal que afecta al fútbol y por el que FIFA debería actuar con nuevas ideas. Pero esto será motivo de otra columna. Otra arista saliente es la pobreza de las selecciones europeas. Francia, España, Inglaterra, Portugal son nombres rutilantes en fútbol, aunque no correspondidos en juego. No se les advierte un jugador de proyección estelar. Por eso los europeos miran hacia fuera, nacionalizan jóvenes de otras latitudes y disfrazan la carencia con el pomposo cartel de “multicultural”.
Inglaterra empató sus tres compromisos 0 a 0 con un juego soporífero. De ahí que ese magnífico producto llamado Premier League necesite salir al exterior a buscar materia prima foránea para mantener su atractivo. De ahí, también, que Inglaterra sea un auténtico desastre en los Mundiales de mayores. Se propala siempre la idea de un maravilloso sistema de captación y formación de talentos por parte de los clubes europeos, ni hablar de los ingleses. No debe ser tan maravilloso. Lo real es que no producen talentos, justamente. La mejor prueba es que todos sus clubes están atestados de extranjeros. Y por lo visto en este Mundial, más que nunca van a salir a comprar.
Sacando Colombia, algo de Nigeria, algunas chispas de Brasil y Argentina, no se ha visto gran fútbol. Los partidos son similares a los de la Copa América. Es el momento que atraviesa el juego. La afición de Medellín compró 40.943 boletos para ver Argentina-Inglaterra, siempre un clásico en los Mundiales. No devolvieron ni un gol. Colombia es el mejor paradito y debería zambullirse de cabeza al título. Es su oportunidad histórica. Sobre todo porque, como decía El Veco, aquel gran amigo y colega uruguayo: “Este campeonato no se gana con un póquer de ases, con un full alcanza”.
*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.


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