Lima-Hawái-Tokio: la escalera al éxito de un inmigrante peruano

Esteban Miyashiro estudió matemática en Hawái, trabajó en empresas como Microsoft Japan y actualmente presta servicios a compañías extranjeras que desean ingresar en el mercado japonés.

Enrique Higa / International Press


Esteban Miyashiro

En 1989 Esteban Miyashiro era un joven estudiante de ingeniería electrónica de la Universidad Ricardo Palma de Lima. En ese entonces el Perú estaba sitiado por la crisis económica y la violencia terrorista.

Así las cosas, la familia Miyashiro decidió migrar. Los padres volaron a Japón, a trabajar como dekasegi, y Esteban y su hermana viajaron a Hawái, a estudiar.

Miyashiro se matriculó en Chaminade University, de donde egresó en 1994 tras estudiar matemática.


Al culminar sus estudios en Hawái, se mudó a Japón, donde tenía planeado trabajar dos años que se han convertido en 16 y que serán mucho más. Hoy está instalado en Tokio.

Desde su arribo a Japón, Esteban laboró en diversas empresas. Comenzó en H.I.S., la agencia de viajes más importante del país. Fue director de desarrollo de negocios de Urchin (que luego compró Google); manager del centro de datos de Microsoft Japan; y vicepresidente del centro de datos de Citigroup Japan.

Además, en 2006 inició una maestría de negocios en la Universidad de Tsukuba que acabó dos años después.


En 2007 Esteban soltó amarras para navegar por cuenta propia creando Yanasa Kabushiki Gaisha, una empresa proveedora de tecnología que se ha asociado con compañías de Singapur, Finlandia, Rusia, Francia, Hungría, Polonia y Estados Unidos, entre otros países.

Un año después, la visita de unos inversionistas peruanos interesados en exportar productos del sur del Perú a Japón cambió el rumbo de Yanasa y la vida de Esteban.


MARCA PAÍS

En 2008, Miyashiro retornó al Perú para encargarse personalmente del negocio exportador. Desde entonces Yanasa abre mercado en Japón para el aceite de oliva y el aceite de palta que se producen en el sur peruano a través de la empresa Palta, que destina el 5 por ciento de sus ingresos a obras sociales.

Si bien Yanasa fue concebida originalmente para suministrar servicios tecnológicos, ahora presta soporte a compañías que buscan introducir sus productos en el mercado japonés.

Yanasa trabaja con empresas de Chile y México, justamente los dos países de América Latina que tienen un Tratado de Libre Comercio vigente con Japón.

Su campo de acción es amplio. Abarca distribución, importación y capacitación, entre otros rubros.

Si una empresa busca penetrar en Japón, Yanasa le explica qué productos funcionan, cuáles no, dónde, cómo, en suma qué debe hacer para abrirse espacio en el archipiélago japonés.

El estudio de mercado es fundamental, si no que lo digan las empresas extranjeras que llegan a Foodex (feria alimentaria internacional que se realiza en Japón todos los años) cargadas de expectativas y que fracasan porque sus productos no gustan. ¿Por qué? Porque no conocen al consumidor japonés.

El inmigrante peruano afirma que si esas compañías estudiaran el mercado antes de aventarse ahorrarían mucho dinero.

Con respecto al comercio entre el Perú y Japón, que se incrementará cuando arranque el TLC recientemente suscrito por ambas naciones, Esteban manifiesta que los peruanos aún están en “la fase de los containers”, es decir, tratan de exportar la mayor cantidad de productos posibles a Japón.

Eso no es suficiente –explica– pues tiene que complementarse con una acción tan importante como la anterior (o incluso más): crear marca. Se necesita crear una marca país.

El Perú tiene el desafío no solo de exportar cantidad, sino también calidad. “Hay que vender el Perú como marca. Que cada vez que vean un producto peruano vean la marca Perú”, añade.

Hay quienes sostienen que primero se debe exportar todo lo materialmente posible, y que la marca llega después. Miyashiro opina que ambas cosas tienen que trabajarse simultáneamente, y asegura que Chile y México han superado la fase de los containers y consolidado su marca país.

«EL PERÚ ES MUCHO MÁS OPTIMISTA»

Aunque en 2008 su estadía en el Perú fue breve, tuvo un significado especial pues Esteban retornó a su país tras 19 largos años de ausencia.

Un hecho para subrayar: cuando dejó el Perú en 1989, el país era un caos y parecía encaminarse al abismo. En 2008, cuando regresó, el país estaba creciendo y tenía fe en el futuro. Paradójicamente, en ambos casos el presidente era el mismo.

Esteban, ex estudiante del colegio La Unión, regresó nuevamente al Perú este año. Esta vez se quedó diez días y a pesar de tener una agenda copada por reuniones de negocios, pudo visitar a familiares y amigos.

“El Perú que conocía ya no existe”, dijo. Felizmente. El Perú de hoy es otra cosa.  “Es mucho más optimista, más dinámico, mucho mejor educado, es un Perú que te da más confianza”, expresó.

Asimismo, se sorprendió de cuánto ha mejorado la atención al público, en especial en las instituciones públicas.

Sin embargo, hubo algo que no le agradó. Para Esteban en el Perú se discute mucho de política. Un día tuvo que aguantar la perorata de un taxista que lo estuvo martirizando hablándole del ex dictador Juan Velasco.

Por supuesto que la política es importante, aclaró, pero no tanto. Por ejemplo, la decisión para elegir al presidente debe ser “técnica, no filosófica”, pues al fin y al cabo se vota por el “gerente general de una empresa llamada Perú”. Subrayó que mientras el mandatario sea honesto, el resto es un asunto técnico.

¿Y la comunidad peruana que reside en Japón? Según Miyashiro, la abundancia de trabajo y los altos sueldos que caracterizaron los primeros tiempos del fenómeno dekasegi inmovilizaron el espíritu emprendedor del inmigrante peruano.

Manifestó que si los nikkei en Japón hubieran atravesado por las mismas penurias que sufrieron sus padres o abuelos, probablemente hoy, acicateados por la necesidad, estarían más organizados.

La situación fue distinta para los japoneses que comenzaron a llegar al Perú en 1899. Maltratados en las haciendas migraron a las ciudades, donde se transformaron en comerciantes. A pesar de no tener dinero e ignorar el idioma, lograron salir adelante. Se agruparon, crearon instituciones e instituyeron el tanamoshi.

“Los nikkei somos los frutos de ese progreso”, dijo.

El reto de los nikkei en Japón es crear progreso para que sus descendientes lo disfruten.

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