La bondad del pobre, la maldad del rico y otros disparates

Javier Arévalo

Las personas que viven en pobreza son muy costosas. Solo la educación libera, y nos da una oportunidad de escapar de ella.

 


Por Javier Arévalo (*)

Nadie puede saber (pero quizás es de origen cristiano), de dónde salió eso de que los pobres son buenos. La izquierda latinoamericana siempre lo dijo. Un escritor peruano, Oswaldo Reynoso, sostiene cada vez que puede que él opta por los pobres. Incluso, el sacerdote Gustavo Gutiérrez desarrolló una “Teología de la liberación” a la que llamaron la “teología de los pobres”. Y Paulo Freire, el educador brasileño, publicó en los años setenta un libro llamado “Pedagogía del oprimido” que precisamente trataba de cómo educar al oprimido, que siempre era un pobre, para liberarlo.

Yo, que vengo de un callejón de un barrio de La Victoria, que soy hijo de obrero y de una mujer que no terminó la primaria, y que obviamente eran pobres –porque no hay obrero rico ¿no?-,  cuando leí sobre todo esto, siempre tuve la sospecha de que en esa glorificación del pobre había una trampa.


Ser pobre es una condición económica, nadie la elije y además nadie la quiere. La pobreza es abominable, impide el desarrollo de las personas. Trabajar para que las personas que viven en pobreza salgan de ella es imprescindible. Las personas que viven en pobreza son muy costosas. Solo la educación libera, y nos da una oportunidad de escapar de ella.

En Europa, después del descubrimiento de América, nació la imagen del “buen salvaje”, un sujeto que nació sin conocer a Dios y que por eso era bueno. Muchos se la creyeron, y se metieron a la selva y acabaron con las cabezas reducidas. El buen salvaje tenía sus propias costumbres, y éstas, a veces, eran bastante malas.

Hoy, en el Perú, una izquierda renovada está tentando la municipalidad de la capital. Llegan con discursos novedosos, con la alegría de jóvenes que crecieron con el machacante discurso de una derecha que ha apoyado tradicionalmente a dictadores asesinos y ladrones. Una opción de izquierda moderna no debería levantar banderas demagógicas como la de los “los pobres buenos” como si los que no lo fuéramos llevásemos en el alma una semilla de maldad.


Salimos a luchar contra la pobreza, ese un objetivo fundamental. Los pobres son personas que no merecen ser tratadas como minusválidas, como si fueran pequeños desvalidos a los que debemos amar, por encima de todo. A mí me han asaltado cinco veces en mi vida y francamente siempre fueron pobres. Claro, también nos asaltan los dueños de bancos o los políticos, que son otro tipo de pobres, éstos lo son de espíritu.

Un dato curioso respecto a la supuesta bondad de la pobreza es que generalmente los dictadores americanos han tenido un gran respaldo popular entre los pobres. Y estos dictadores han sido malos con ganas, torturadores, descuartizadores, ladrones, mentiroso y cobardes. La pobreza en realidad es mala, y el pobre puede muy fácilmente contaminarse de esa maldad. Por eso, hay que evitar que existan pobres.


* Periodista y escritor peruano.

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